18 may 2020

La conciencia y su funcionamiento bajo el efecto de sustancias psicoactivas


Gabriel Vergara. 1993

I. COMPONENTES:

1- Nuestro psiquismo capta estímulos provenientes del mundo externo y del intracuerpo. Esto lo hace gracias a los SENTIDOS.  Poseemos exteroceptores o sentidos externos, interceptores o sentidos internos: sentidos del dolor, de presión, sinestesia o sentido visceral (gracias al cual recibimos información del estado y funcionamiento de los órganos internos), y sentido kinestésico -gracias al cual nos damos cuenta de la postura del cuerpo y sus diferentes partes, además de percibir los movimientos corporales.
2- Todos los estímulos que pasan por los sentidos se graban en la MEMORIA. Y se graba no solamente la imagen percibida, sino que también se graba el trasfondo emotivo en que fue percibida dicha imagen. Cuando recordamos o evocamos una imagen o experiencia específica, esta se recupera de la memoria junto con su clima emotivo y, en "copresencia" se evocan los recuerdos asociados a dicha imagen o recuerdo. Existen asociaciones por contigüidad (ej.: mesa y silla), por similitud (ej.: silla y butaca) y por contraste (ej.: gigante y enano).
3- La CONCIENCIA, o coordinador central se encarga de estructurar los datos provenientes de memoria y de sentidos. Surgen ahí las IMAGENES.
El termino Imagen se aplica no solo a lo visual, sino a todos los tipos de sentidos, así, tendríamos imágenes táctiles, auditivas, gustativas, etc.)
4- Es la conciencia la encargada de evocar, apercibir, comparar, cotejar imágenes, planificar, futurizar, escoger las respuestas a emitir y/o a diferir. Es el trabajo de la Conciencia el que nos permite ubicarnos en el tiempo y en el espacio.

II. RELACIÓN ENTRE LOS COMPONENTES:

5- En esta interrelación con el mundo, nuestro psiquismo genera respuestas externas (gestos, palabras, movimientos musculares, etc.) y también genera respuestas internas (tensiones o relajaciones musculares y viscerales, secreciones glandulares, irritaciones de los tejidos internos). No hay respuesta interna que no vaya acompañada de respuestas internas.
6-Los sentidos internos captan esa respuesta interna y transmiten a la conciencia información sobre ella. Con la totalidad de esas sensaciones internas la conciencia construye un paisaje interno.
7- Ese paisaje interno está compuesto de imágenes y de CLIMAS.  (entendiendo los climas como estados emotivos difusos y duraderos formados a lo largo de la biografía individual y de los pueblos).
De tal manera que todo cuanto el ser humano percibe. piensa, siente, hace, imagina, recuerda...todos esos actos dejan su huella en el paisaje interno. y dicho paisaje interno constituye el trasfondo donde se desarrolla la actividad psíquica. Este paisaje "tiñe" nuestra percepción de la realidad externa y de la realidad interna, tiñendo también las acciones que lanzamos al mundo. Los climas grabados en el psiquismo determinan el tono o estado de ánimo de la persona. 
Si las acciones que la persona lanza al mundo son coherentes (si hay correspondencia entre lo que se piensa, se dice y se hace) y si las acciones son válidas – es decir, si se orientan en beneficio y no en perjuicio de los demás- entonces el "sabor" interno que los acompaña es de armonía interna, de expansión.
Por el contrario, si las acciones son contradictorias y egoístas, generan al interior tensión visceral, contracciones, lo cual se experimenta psíquicamente como contradicción, como desazón, sabor "amargo" y de traición a sí mismo. Y esto es independiente de la moral propia de cada cultura y del tiempo histórico específico. Sencillamente así trabaja la conciencia: bajo el principio de unidad y contradicción internas.

III. PROCESO: LOS COMPONENTES INTERACTUANDO EN DINÁMICA:

8- La conciencia posee tres niveles básicos de actividad: la vigilia, el suelo y el semisueño.
En la dirección ascendente de funcionamiento de la conciencia, se gana en claridad y en control de sí mismo. En la dirección descendente, o CREPUSCULAR, se pierde en control de sí mismo y aumenta la confusión mental. Estados tales como la mediumnidad, el trance hipnótico, los estados febriles, el trance producto del consumo de sustancias psicoactivas, la anoxia o la deprivación sensorial, son algunos de las situaciones que sumergen a la conciencia en las vías crepusculares: La persona se siente "tomada" por el fenómeno, no lo controla, sino que se siente arrastrada por él. 
9- La conciencia tiene dos formas de funcionar, o dos vías: la vía abstractiva (lo conceptual, intelectual, se rige por las leyes formales, lógicas, lingüísticas) y la vía alegórica (lo simbólico, onírico, ensoñativo, que se rige por las leyes de la asociación: similitud, contigüidad y contraste)
Los climas profundos no son accesibles a través del intelecto (o CANAL UNO). El canal uno de la conciencia sirve para orientarse en la realidad externa, objetiva, pero se queda corto para expresar los climas y emociones -tanto positivas como negativas- que subyacen en la persona.
10- A través del CANAL DOS, o vía alegórica SI es posible manifestar (y modificar) nuestros climas profundos. El escuchar la música, al oír o leer cuentos infantiles, los estados febriles, los estados de ensueño o semisueño, los estados de deprivación sensorial, todos ellos son estados propicios para que se manifiesten los contenidos y climas profundos de la persona, los cuales comúnmente son ocultados, disimulados o censurados por la conciencia en estado de vigilia.
El consumo de sustancias psicoactivas es una forma violenta y nociva de poner a la conciencia en el canal dos.

11- A medida que disminuye el nivel de conciencia desde lo vigílico hacia el semisueño y sueño:
- Se incrementa la actividad alegórica, el pensamiento magicista e irracional.
- Disminuyen los procesos lógicos, la crítica y la autocrítica.
- Los estímulos internos provenientes de los órganos internos ganan la conciencia y predominan sobre  la percepción del mundo externo.
- La memoria se desordena.
Se hace confusa la percepción y ubicación en el espacio y en el tiempo: el pasado se confunde con el presente y futuro, lo recordado se mezcla con lo imaginado o percibido.
12- Esta forma de funcionar la mente en los estados bajos de conciencia explican la particularidad de las vivencias bajo el efecto de las sustancias psicoactivas. A ello se suma el hecho que, en nuestra cultura, el consumidor habitual recurre a las sustancias psicoactivas desde un estado de tensión interna grande, producto de las relaciones conflictivas e insatisfactorias con su entorno.
Así, mediante el mecanismo de traducción de impulsos, los climas y estados internos -representados fisiológicamente en tensiones e irritaciones de los órganos internos- se traducen en imágenes desacostumbradas e "irreales" ("cada drogado tiene el viaje que corresponde a su nivel de desorden y tensión interna"); o, compensatoriamente, se traducen en lo anhelado: en imágenes de libertad, de flotar, de crecer, de "zafarse" de la "cruel realidad", etc. ("cada cual sueña con lo que le hace falta").
13- Así que, las alucinaciones no son casuales ni están afuera: son proyecciones de contenidos que están, en mayor o menor grao, integradas en la conciencia y que corresponden fisiológicamente a sistemas de tensiones e irritaciones viscerales crónicas y profundas en el cuerpo del sujeto alucinante.

A MANERA DE CONCLUSIÓN:

Las sustancias psicoactivas permiten "rozar" otros niveles de conciencia en que se puede colocar a la conciencia. Y la vivencia en tales niveles puede ser muy placentera, y, por lo tanto, muy reforzante (produciendo rápida habituación), al grado que el drogadicto asume el "pagar con su salud" -e incluso con su vida- el privilegio de experimentar tan placenteras vivencias. Pero esta práctica "daña la cerradura de esa delicada y fina caja de música que es la conciencia".
¿Existirían formas inocuas de experimentar niveles de conciencia ampliada?
¿Existirá a futuro métodos y prácticas seguras e inofensivas de explorar los mundos internos en su profundidad, variedad y riqueza -ante lo cual los drogadictos de hoy serían kamikazes inconscientes e involuntarios de la exploración y colonización por el ser humano de aquello que hoy en día sabemos tan poco y tememos tanto: los espacios internos?

16 may 2020

Acerca del temor a la muerte


Gabriel Vergara Lara
mayo de 1991. Revisado en diciembre 12 de 1993


“la vida física no es en sí totalmente satisfactoria y significativa 
hasta que uno mismo no pueda elegir conscientemente 
otro valor al cual consideran más caro que la vida misma”
Rollo May.


De las vivencias humanas pocas tan cotidianas e incomprendidas como la vivencia de la muerte. La muerte es el paso final de un proceso biológico que inicia con la concepción de tal manera que como reza la sabiduría popular lo más seguro que tenemos en esta vida es la muerte.

No obstante, a lo largo de diferentes épocas y en diferentes culturas, la actitud del ser humano hacia la muerte ha variado enormemente. Desde la muerte como emancipación de las limitaciones materiales hasta la muerte como máxima desgracia que pueda acaecer, pasando por las diversas creencias, amenazas de ultratumba y medidas para asegurarse un indoloro deceso.

Al momento actual y en nuestra cultura, la muerte es algo muy indeseable para los nuestros algo frecuentemente deseable para los enemigos y algo que frecuentemente nos deja indiferentes cuando se trata de un desconocido.

La cultura occidental se caracteriza por una actitud desequilibrada respecto al fenómeno de la muerte física: a la vez que muchos hacen hasta lo imposible buscando evitarla (incluso traicionar sus ideales y amigos, y traicionarse a sí mismo, o pagar grandes sumas de dinero pretendiendo postergarla o evitarla, etc.), cada vez más personas en situación de vulnerabilidad o de sufrimiento, la busca activamente para sí mismo (por vía rápida del suicidio o por vía lenta de la toxicomanía)

¿Qué hay detrás del temor a la muerte?

El temor a la muerte es inversamente proporcional al grado de satisfacción personal experimentado en la vida. O sea, a más plena y coherentemente viva su vida una persona, menos le atormentará la idea o la posibilidad de morir. De otro lado, a más proyectos personales haya dejado de realizar, mientras más cosas sienta que le falta por hacer, menos le agradará la idea de la propia muerte.

Entonces, el temor a la muerte para muchas personas es el temor de no alcanzar a experimentar sentimientos anhelados, estados o situaciones que aun no se han realizado o que se desean vivir aún por más tiempo. Como ejemplo de ello sirve aquella expresión catárticamente reveladora del o de la joven luego de iniciarse en las relaciones sexuales íntimas: “ahora si puedo morirme tranquila/o”.

El temor a la muerte es el temor de no tener la posibilidad de enmendar comportamientos o de introducir correctivos en la relación con otras personas. De tal manera que, cuando una persona cercana fallece, un familiar o un ser querido, por ejemplo, el doliente sufre y o llora no solo y no tanto por el muerto, sino que llora por su imposibilidad objetiva de decirle en vida todo lo que hubiera querido decirle, todo lo que dejó de decirle.

En otros casos, el temor a la muerte del ser querido es una inconsciente expresión del enojo o resentimiento hacia dicha persona: después de rozar internamente el deseo de que “ojalá se muera”, me asusta la idea, me autocensuro por atreverme a pensarlo, y dicho resentimiento o enojo no explicitado se expresa internamente como temor a la muerte del otro. Así que el temor a la muerte del otro puede ser también una formación reactiva producto del resentimiento no expresado.

Existe también el temor egocéntrico a la muerte del otro cercano. La posición existencial en este caso es “lloro por lo que pierdo o perdí”. En dicho caso, el doliente siente pena por sí mismo al saber o creer que se verá comprometida la satisfacción de sus propias necesidades o placeres, cuya satisfacción estaba ligada a la compañía del otro.

Consideremos también la contrapartida de la situación anterior: el temor abnegado a morir. En este caso la posición existencial sería: “No puedo morir todavía porque los míos me necesitan”, dicha persona se sabe o se considera necesaria para la satisfacción de las necesidades materiales o afectivas de sus hijos o familiares. De esto se desprende un corolario político: si la sociedad en su conjunto se organiza de manera que los ciudadanos gocen de un buen sistema de seguridad social frente a las vicisitudes y accidentes, las personas podrían morir más tranquilamente.

El temor a la muerte es también el temor a “dejar de ser YO” y ese temor es producto del tipo de crianza y educación promovido por el sistema de valores hoy imperantes en nuestro contexto sociocultural: un sistema que hipertrofia la importancia del EGO. Al remarcarse en nuestra formación el consumismo, el sensualismo y el individualismo, la persona siente como suyo no solamente su cuerpo y su mente sino también a sus bienes y pertenencias materiales, identificándose con etas y sufriendo por el destino de estas. Vivimos en una sociedad en la cual se valora al ser humano según su capacidad de consumo, de comprar cosas. Ejemplo de ello es el mensaje recurrente en la publicidad que invita al goce y al placer. De tal manera que. no usar, no poseer o no consumir nos parece una de las experiencias más indeseables. Y, ¿qué puede ser más parecido a dejar de consumir y dejar de gozar que el hecho de morirse?

Temor a la muerte e ideología.

En la actualidad, tras el temor a morir se esconde una peligrosa ideología: aquella ideología tacita e inconsciente y, en la gran mayoría de casos, parte de ese currículo oculto que los agentes educativos transmiten a las nuevas generaciones según la cual el ser humano es un ser “natural” que, como todo lo natural nace, crece, se alimenta se reproduce y muere. O aplicado al contexto del humano naturalizado: nace, crece, si puede va a la escuela, se empareja, trabaja que trabaja por la subsistencia propia y la de su prole, envejece y muere... Alguna diferencia esencial con la vida de un animal?

Las consecuencias de una visión naturalista del ser humano son desastrosas. Desarrollando dicha visión resulta que “cualquier cosa es mejor que morirse”. A partir de dicha visión, los seres humanos llegamos a traicionarnos a nosotros mismos y a los demás, renunciamos a nuestros ideales por ser poco útiles a la subsistencia, avasallamos amistades y pueblos enteros porque “es necesario y vital para nuestra subsistencia”. Todo ello con tal de mantenernos vivos, con tal de no morir, con tal de subsistir, así sea en la más cosificante invalidez afectiva o en el más aberrante sometimiento de la propia voluntad a otros. Los poderosos y los violentos aprovechan y alimentan el miedo a morir de las personas para chantajearles, para someterles y explotarles, porque… “Todo lo aguanta con tal de no morir “.

Quien niega la realidad se somete a sufrir los embates de ella, quien niega a la muerte como parte de la vida, se condena a ser esclavo del temor a morir.

Este estado de cosas adquiere magnitud de tragedia psicosocial cuando la ideología del “cualquier cosa con tal de mantener a mi cuerpo vivo“ es esgrimida como argumento pretendidamente científico según el cual el así llamado instinto de conservación es el más fuerte que existe en el ser humano, y no hay fuerza psicológica que pueda oponérsele (a usted escuchado a otros decir: “guerras siempre habrá”.?

Como respuesta a este estado de cosas, consideremos la siguiente frase del psicólogo humanista May Rollo: “la vida adquiere su pleno sentido solo cuando se abraza una causa por la cual se esté dispuesto a dar la vida misma”. Hemos de estar alertas a detectar y denunciar aquellos intentos de naturalizar al ser humano, de pretender que se porte como un animal, negándole su capacidad estrictamente humana, esencialmente humana, de trascender sus determinismos instintivos de individuo biológico. El ser humano es mucho más que un animal racional: El ser humano es conciencia, es “el ser histórico, cuyo modo de acción social transforma a su propia naturaleza", es un hacedor de Sentido, un constructor de realidades objetivas y subjetivas. Incluso su cuerpo físico hace parte de eso externo a él y también es susceptible de transformación.[1]

Sobrevalorando lo biológico del ser humano, reduciéndolo a un ser natural, estaremos a un paso de aceptar la hegemonía de “razas superiores” sobre otras supuestamente inferiores, la inevitabilidad de la guerra y la violencia del hombre para con el hombre; atribuyendo dichas conductas a invencibles impulsos naturales. Suficiente daño ha hecho ya al desarrollo del ser humano tales posturas naturalistas.

Qué papel ha jugado la ciencia y la academia oficiales.

Cuál ha sido la postura del mundo científico y académico respecto de la muerte? A partir del siglo XVIII con el auge del racionalismo y posteriormente del pragmatismo, el mundo científico trataba en forma simplista y prejuiciosa el tema de la muerte: desde la escuela hemos aceptado el silogismo según el cual
-      La mente, y, por tanto, la experiencia subjetiva, son producto de la actividad del cerebro.
-      El cerebro muere con la muerte del cuerpo,
-      Luego entonces, la experiencia subjetiva termina con la muerte del cuerpo.

Y punto. Y no se hable más del tema. Y todo aquel que sostuviera algo diferente era condenado al ostracismo y al repudio por parte de los prestigiosos del mundo académico y científico.

Pero para el ciudadano común no es suficiente ese frío silogismo. Eso no le liberaba de sus temores al sino trágico de la existencia humana; con esa explicación no quedaba tranquilo, con ello no resolvía sus inquietudes y dudas respecto a la posibilidad de trascendencia y el cómo obrar para procurársela. Sus intuiciones sobre el sentido de la vida quedaban latentes fue así como ante la ausencia de respuestas desde el campo científico, surgieron muchas propuestas, oficios, pasatiempos y prósperos negocios en torno al tema de la muerte y de las posibilidades y condiciones de trascendencia.

Es así como tenemos ahora al ser humano contemporáneo debatiéndose incongruentemente ante cosmovisiones antagónicas: mientras que por un lado se declara racionalista, por el otro lado, teme a amenazas de ultratumba, y termina armándose una tremenda confusión interna; termina sintiéndose jalonado en diversas direcciones y experimentando conflictos serios en el momento de tomar decisiones importantes en el campo interpersonal y social. El ser humano actual se siente -cuando es que se siente- desgarrado y confuso. Para huir de dicho dolor (pues también somos una cultura agliofobica) los formadores de opinión generan mecanismos de hipnosis que crean en el individuo insensibilidad y acriticidad ante sus propios registros internos, ante sus propias vivencias internas. Nos dicen qué, cuando cómo, dónde y por qué hemos de alegrarnos y de entristecernos.

Los científicos y académicos comienzan a abrir sus puertas y sus mentes a temas otrora vedados. Antiguos-nuevos problemas comienzan a ser dignos de interés científico: las vivencias subjetivas del moribundo, los estados alterados de conciencia, las experiencias en estado de deprivación sensorial, el efecto subjetivo de los alucinógenos sobre la conciencia, las vivencias de quienes han estado ad-portas de la muerte. Cada vez más académicos comprenden que las vivencias y relatos acerca de la muerte individual al ser realidades subjetivas en las cuales se notan ciertas constantes son dignos de ser estudiados sin prejuicios.

Ante un mundo en crisis que se enfrenta a la pérdida de referencias externas, al agotamiento de ideologías otrora cohesoras del todo social, es urgente la validación de referencias internas. Es por ello que la comprensión de temas tales como la vivencia de la muerte y otras vivencias psíquicas fuera de lo normal no es hoy solamente una cuestión de curiosidad, de actitud evasiva o de ingenuidad: es cuestión de vital importancia ante el resquebrajamiento del modelo de ser humano que se tenía hasta ahora y que ya no lo explica ni lo abarca. El ser humano es un ser en constante redefinición y construcción.

El miedo a la muerte propio de nuestra cultura refleja la confusión acerca de cómo vivir la vida misma.

Aprender a morir es parte esencial del aprender a vivir.

“Ahora cuando el estado de transición de la gran realidad brilla sobre mí, abandonando todo temor, miedo y terror, que puede reconocer cualquier cosa que aparezca, mis propias producciones, y pueda conocerlas como apariciones en el estado de transición.

Ahora cuando he llegado a este punto crucial, que no tema de las energías específicas y coléricas, mis propias proyecciones”

del Bardo Todol (libro tibetano de los muertos)




[1] Ver: Internacional humanista. Florencia, 1989 https://www.internationalhumanistparty.org/es/doc/tesis

5 may 2020

Reflexiones sobre la pandemia del COVID-19

Por Angélica Soler  C.E.H Noesis (Madrid) 

En esta pandemia, me llama la atención el aspecto cultural y el mental, ya que comienzan a aparecer nuevas visiones, paradigmas y sobre todo, prioridades, que al multiplicarse incluyendo a una buena parte de la especie humana, pueden conducir a verdaderos y profundos cambios sociales. 
En primer lugar, el confinamiento ha dado tiempo para reflexionar sobre lo que verdaderamente importa a cada cual.  Aparecen distintas respuestas, pero curiosamente, no es la libertad lo que se pone en primer lugar sino la salud.  Hay verdadera preocupación por la propia salud y la de los otros, ya que se entiende que la salud individual depende en una enorme medida de la salud y enfermedad de los que nos rodean.  
Tengamos en cuenta que estamos hablando de una sociedad que hasta hace muy poco tiempo, consideraba tabú la muerte.  Existían multitud de conductas que permitían huir del tema; más aún, hablar o proponer actitudes sensatas al respecto, eran consideradas de “mal agüero” y se pretendía que la muerte era algo que siempre pasaba a otros, que no era un tema a tratar; actitud que inevitablemente aumentaba el temor a la muerte.   Con enorme rapidez, nos encontramos contabilizando muertes todos los días.  Los medios de difusión se encargan de exponer el tema, comparar estadísticas y presentar los sitios donde se acumulan los cadáveres.  No son imágenes de una guerra lejana, sino cercanas, quizás de nuestro vecindario; de manera que la huida de la muerte ya no es posible. No solo es necesario enfrentarse a la muerte personal, sino también a la probable muerte de gente querida, en particular los mayores. 
Otra “nueva” prioridad que aparece con menos frecuencia es la vida, la simple vida humana por encima del enorme valor dado al dinero y al trabajo.  El hecho de estar vivo y festejarlo, comienza a proclamarse, sobre todo cuando se antepone la economía a la lucha por estar vivos.  Súbitamente, porque la vida se encuentra en peligro, mucha gente se pregunta si quiere vivir, y en qué condiciones.   Frases como “no quiero morir por salvar Wall Street” dan mucho que pensar.   
De manera que la salud y la propia vida comienzan a aparecer con frecuencia y van acompañadas de un tercer valor: el nosotros.  Como enunciado más arriba, caemos en cuenta que la propia salud depende en gran medida de la salud de los que nos rodean.  Los “otros” ahora importan, no es posible la propia curación sin la curación del conjunto.  Por lo tanto, el registro del “nosotros”, que antes solo incluía la familia y algunos amigos o colegas, ahora se ha extendido al propio edificio, vecindario, provincia, comunidad y quizás en algunos casos al país.  Pero, gracias a las comunicaciones, comienza a hacerse evidente que el planeta entero está sufriendo la pandemia y algunos visionarios pregonan que necesitamos superarla como especie, no simplemente como nación o estado.  De hecho, ahora se habla de la posibilidad “europea” de salir en conjunto (o quebrar la supuesta unión), algunos van más allá al plantear que si no ayudamos a África en conjunto, todos sufriremos las consecuencias.  
De manera que, aunque no existan indicadores de un “nosotros-especie-humana” existe la posibilidad de fortalecer esa ligazón. 
En conexión con la pertenencia a un conjunto, aparece con mucha frecuencia la solidaridad.  El interés y el cuidado de otros, surge en nuevos contextos.  Por ejemplo, vecinos que solo se saludaban, ahora se preocupan unos por otros, ofrecen ayuda y en ocasiones, para los enfermos recluidos en casa, sus vecinos les cocinan, hacen compras, etc.  Este es un paso enorme, superador del individualismo darwiniano al que habíamos llegado a acostumbrarnos, el famoso “sálvese quien pueda” ya no tiene cabida en un conjunto que ahora valora e implementa la solidaridad. 
El cuidado de otros ha dejado de ser el trabajo más degradado en la escala social, ahora cobra un nuevo valor, ahora es una importante y valiosa tarea.  De hecho, si los héroes del momento son los que trabajan en Sanidad (sin importar su rango), inmediatamente detrás están los que cuidan de enfermos y mayores. 
Así es como advertimos la valorización de ciertos valores como la salud, la vida, el “nosotros”, la solidaridad y la valorización de los cuidadores; también advertimos que ciertos valores, hasta ahora priorizados, van perdiendo fuerza o son rechazados.  Un claro ejemplo son las conductas individualistas, que ahora son criticadas a viva voz (ejemplo de un pueblo muy turístico que rechaza a visitantes bajo el grito de “¿Acaso queréis matar a nuestros mayores?”).  No estamos hablando simplemente de quien se rebela frente al confinamiento y sale a pasear a la calle (poniendo en riesgo a quien se cruce), sino también el hecho de salir sin mascarilla, ya que cualquiera aparentemente sano, puede ser un asintomático y por lo tanto, puede estar contagiando a los demás.  Más aún, salen artículos criticando la conducta individualista de cierta deportista que decidió correr en la montaña aisladamente, consiguiendo atención de fuerzas del orden y que se montase un operativo por su decisión (aunque no estuviera en peligro ni hubiese estado en contacto con alguien). 
Al estar confinados en un espacio reducido, simplemente por el hecho de recibir menos percepciones, se agrandan las sensaciones del intracuerpo y por lo tanto, caemos en cuenta que nos agradan ciertas cosas, nos disgustan otras y ponemos atención a las nuevas sensaciones.  Desde el hambre o la sed, que estaban amortiguados por las prisas cotidianas, a la esperanza y la calma que sobrevienen por momentos, percibimos con mucha claridad lo que nos pasa.  Pero no solo advertimos los nuevos estados de ánimo, sino también los comparamos con nuestra anterior cotidianeidad.  Es bastante frecuente que advirtamos lo mucho que nos gusta hablar con alguien, jugar con alguien o echar bromas con alguien.  Hay todo un abanico de gustos, conductas e intereses que se abren y que teníamos ignoradas. 
No hay ingenuidad en esta apreciación.  Sabemos perfectamente que el confinamiento de personas con grandes contradicciones, puede aumentar su nivel de violencia interna.  Cualquiera sea la forma de violencia, ya sea contra uno mismo, en la depresión, el sin-sentido o bien, hacia otros, tenemos que estar alerta, comprender, alertar o avisar sobre cualquiera de estas expresiones. 
Pero, viendo la situación positivamente, están apareciendo muchas creatividades y la gama es enorme.  Desde la creatividad para con la familia, hasta los hobbies que estaban aparcados por mucho tiempo.  De hecho, están floreciendo vocaciones que pueden dar lugar a nuevos trabajos o expresiones artísticas.

Consecuencias : 
¿Qué puede pasar si estas conductas se fortalecen e implican al gran conjunto social? 
En primer lugar, veamos el caso de la salud como prioridad.  Personas de muy distintas ideologías, incluyendo a los propulsores del desmantelamiento del estado de bienestar, coinciden ahora en la necesidad de una salud pública poderosa.  Inclusive en sitios donde la salud privada era un ícono social (como es el caso de Nueva York con 160 hospitales privados y 11 públicos), ahora súbitamente reconocen que deben “luchar juntos” como un solo ente ante la pandemia. 
A nivel local, español, es evidente que hay y habrá una fuerte tendencia a fortalecer la salud pública. 
La vida humana cobra un valor que no tenía antes.  Por primera vez, desde la aparición del “mito del dinero”, comienza a hablarse del tema fundamental de la vida.  Socialmente hablando, esto puede ser la antesala de un despertar conjunto.  Pero, aunque tal situación demore en su proceso, el solo hecho de la irrupción de la vida como valor por encima de la economía es un acto válido social. 
Vinculado a la vida aparece el nosotros.  La pertenencia a la especie humana viene fortalecida por la nueva sensibilidad ecológica.  Defender el planeta significa sentir que, sin nuestra casa común, ninguno de nosotros tiene posibilidades, pero socialmente hablando, si todos pertenecemos a la misma especie y eso nos importa, más aún, nos conviene, necesitamos que toda la especie disfrute de condiciones saludables, lo cual superaría las actuales injusticias. 
Por todo lo anterior, las posibilidades de un salto, de un cambio de paradigmas gracias a este susto, son enormes.  El solo hecho del debilitamiento de la “dictadura del dinero”, llamémosla economía, ley del mercado, o con cualquier otro nombre, es un paso de gigante para destapar el anhelo de una vida mejor para millones de personas

Documento del Centro Mundial de Estudios Humanistas sobre la pandemia COVID-19

“A primera vista da la impresión de que, cuando el ser humano o incluso sus antepasados, llegaron a un callejón sin salida, sucedió como si del cielo hubiera bajado un aura de iluminación... y de repente se encontraron salidas inesperadas.”
Akop Nazaretián

"...por lo demás, este es un momento de alguna perturbación, pero, desde luego, no por lo que comenten los diarios, la T.V., o los "opinadores" sino que los destinos se juegan en los cielos. ¿En qué Cielos? Poco a poco lo iremos entendiendo y poco a poco iremos llamando a las puertas que hay que llamar. Para terminar, no se vaya a creer que el mundo está en peligro. Es una desproporción creer que unos petarditos infantiles y otras delicias pueden detener la vida y la inteligencia de este planeta. Son, simplemente, sarampiones de crecimiento de una especie infantil, sin manejo de sí misma."
Silo: "Sursum corda", elevad vuestros corazones...


Introducción:

Al final de 2019 aparece un nuevo coronavirus, el SARS-CoV-2, de letalidad estimada inferior a otros virus recientes, pero de alta transmisibilidad en una larga fase asintomática inicial. A principio de 2020 se califica ya a esta enfermedad, llamada COVID-19, como pandemia, lo cual hace prever un colapso de las estructuras sanitarias a nivel mundial. No hay inicialmente un tratamiento eficaz conocido y el posible desarrollo de alguna vacuna tomará previsiblemente más de un año aún, de modo que solamente el distanciamiento físico y las medidas de restricción al movimiento humano permiten atenuar el impacto sobre los recursos de salud de los estados. Esto implica el cese o la disminución significativa de las actividades sociales y económicas, no consideradas como esenciales para la supervivencia del conjunto social. Hasta que aparezca un tratamiento eficaz o una vacuna, el camino biológico hasta la adquisición de una inmunidad de grupo puede tomar largo tiempo, a costa de un altísimo número de víctimas directas e indirectas. Se plantea el dilema entre el necesario cuidado de la salud, tal como era entendida hasta el momento, o el mantenimiento de la economía. Este dilema tensiona a la sociedad fuertemente en el momento de este análisis, cuando aún gran cantidad de la población se encuentra confinada en sus domicilios, pero las consecuencias materiales previsibles amenazan con ser devastadoras. En este momento de grandes incertidumbres, en que no hay previsiones fiables y en que la Ciencia está aún buscando soluciones, hacemos este intento colectivo de extraer algunas conclusiones, desde el punto de vista del Nuevo Humanismo.

1. La situación actual

1.1 Vivencias personales

Debido al confinamiento y al silencio físico que hoy rodea a gran parte de la población, las percepciones internas ocupan mayor espacio mental y caemos en cuenta de anhelos y deseos postergados, apareciendo a veces mucha creatividad y también a veces, contradicción y violencia.

Ante la proximidad de la muerte, emergen como prioridades la vida y la salud individual, así como la de otros. Se hace evidente la importancia del conjunto, a través del cuidado y la solidaridad, y todo esto está haciendo retroceder al individualismo.

Es en presencia de la finitud cuando se derrumban las creencias. Suceden cosas que nunca creímos que podían suceder, y aparece cierto vacío que hace que podamos ver la realidad de otra manera.
Por otra parte, ya no podemos vivir como si la muerte no existiera. Se ha roto esa ilusión que solía acompañarnos permanentemente. Y si bien esto incorpora una sensación de inestabilidad, de gran incertidumbre y temor frente al futuro, por otro lado nos ayuda a vivir con mas intensidad el momento presente.

El futuro, que se ha tornado imprevisible, nos invita a elaborar nuevas respuestas, abandonando la perspectiva lineal del pasado.
Las imágenes oscuras sobre el futuro se suceden a diario, pero aparece la oportunidad de producir cambios significativos en la propia vida.

La conciencia del ser humano, que se ha desestructurado parcialmente, que no encuentra datos de memoria que podrían ofrecer soluciones, obliga a imaginar nuevas alternativas, abre la posibilidad de una nueva configuración en un nivel superior.

Muchos experimentan una fuerte necesidad de orientación, pero este vacío podría ser llenado por más irracionalidad y oscurantismo.

No obstante, la bandera por la preservación de la vida se levanta por vez primera en todo el mundo de manera simultánea. Hay un anhelo de rebelión contra la muerte y contra el absurdo nihilismo que ella representa.

Lo que nos da cierta esperanza, es que hoy la Humanidad se percibe más unida. Ha aumentado la cohesión entre las conciencias individuales y esto acrecienta la conciencia de unidad del conjunto. Podría decirse que la Humanidad se ha dado cuenta de su propia identidad.

La anterior visión de corto alcance ha dado paso a una representación Universal, donde todo encaja. De repente, cada uno existe y es importante para los demás. “Nos salvamos juntos o no se salva nadie”. El tiempo de confinamiento ha demostrado que otro tipo de vida es posible, abriendo paso a la reflexión. La necesidad de un mundo mejor se ha instalado en el conjunto humano.


1.2 La situación social

En el plano social nos encontramos con un paisaje nunca visto, que hoy es visto por todos.

La máquina infernal que era este sistema, aparentemente invencible, comienza a resquebrajarse. Los engranajes de la economía se atascan, y se ve amenazado el sistema de relaciones sociales y económicas. Se abre la oportunidad de un cambio, una ventana hacia un nuevo amanecer.

Como antes, pero ahora más fuertemente, se evidencian dos direcciones mentales: una es solidaria y pone al ser humano como valor central; la otra sigue siendo individualista y pone a la economía - la ganancia - como primario.

Avanzan nuevos patrones en las relaciones diplomáticas, y la OMS se convierte en referencia mundial. Se observa una tregua en conflictos armados en diferentes áreas del planeta, así como la suspensión y revisión de importantes maniobras militares.

En países gobernados por la derecha, se propuso inicialmente evitar medidas de aislamiento social, para no detener la economía, y “que cada uno decida qué hacer frente a la epidemia”. Se propuso esta “salida” de neto corte individualista, pero la avalancha subsiguiente de contagios y muertes dejó en claro que no cabían salidas individuales. Tuvieron que retroceder y regresar al viejo estado que hace muy poco pretendían desmantelar.
La pandemia ha puesto en evidencia que ese desmantelamiento estatal tuvo como resultado el deterioro de los sistemas públicos de salud. La población quedó indefensa, cosa que no deberíamos olvidar cuando logremos salir de esta crisis.

Analizando el amplio período de tiempo durante el cual se produjo el desarrollo de la vida en el planeta, diversos investigadores han llegado a la conclusión de que precisamente en este siglo estamos llegando a una “singularidad” , luego de la cual nada volverá a ser como antes. Los cuatro mil millones de años de evolución de la vida han de resolverse en los próximos decenios, para bien o para mal, y la respuesta de la especie ya no depende de la biología sino del desarrollo de su conciencia. A lo largo de la evolución de la vida se advierte una tendencia a ganar cada vez más autonomía, expresada en la autoorganización distintiva de los seres vivos. Es una tendencia hacia la libertad, que alcanza en la humanidad su forma más desarrollada, abandonando el mecanicismo de la naturaleza y haciendo de la intencionalidad su “flecha evolutiva”.

Un cambio es posible, pero ¿Queremos volver a la normalidad de antes? ¿Podremos distinguir entre evolución e involución?

2. Mirando hacia el futuro

¿Qué sucederá después que se detenga la pandemia?

Seguramente, habrá una pugna entre quienes quieren lograr un cambio de sistema y las élites que tratarán de mantener sus privilegios. Los humanistas estamos entre los primeros. Aspiramos a una Nación Humana Universal.

El proyecto de la Nación Humana Universal podrá concretarse en la medida en que el ser humano se constituya como valor central. Este es un cambio que debe producirse en la conciencia de amplias capas de la población, de manera que las diferencias étnicas, nacionales, ideológicas, confesionales, de clase social, etc., se conviertan en factores secundarios frente a la esencial igualdad que supone el pertenecer a la especie humana.

Creemos que los eventos que están ocurriendo en estos días favorecen el proceso de cambio mencionado, pues por una parte paralizan las urgencias de todos los días, posibilitando un estado de reflexión, y por otra parte ponen en evidencia que se trata de una experiencia y una amenaza común para todos los seres humanos, independientemente de las diferencias que pueden existir entre unos y otros.

Se abre la posibilidad de un cambio con dirección humanizadora. Es la posibilidad de reconocernos como especie y producir un salto en el nivel de conciencia. Si consideramos a "la humanidad" como un "ser en desarrollo", veremos que se trata de un ser emergente y en etapa de integración, en etapa de complementación creciente. Para alcanzar la belleza de la Nación Humana Universal necesita "despertar" y eliminar sus contradicciones internas, es decir, las guerras, las hambrunas, las migraciones masivas, la increíble desigualdad económica y en general todas las formas de la violencia. Esto será únicamente posible con un salto masivo en el nivel de conciencia.

La situación actual ayuda en ese sentido, pues además de acrecentar la percepción de la humanidad sobre sí misma, ha producido un fuerte crecimiento del valor de la solidaridad. Recordemos que la solidaridad ha venido retrocediendo constantemente durante el ascenso del neoliberalismo. Súbitamente, ha comenzado a revertirse esa tendencia, y muchos han comprendido que “dar es mejor que recibir”. El momento exige esa mirada integral y comunitaria. Hay que favorecer el intercambio, los apoyos mutuos, los espacios convergentes. Lo mejor del ser humano saldrá a la luz cuando se extienda la Regla de Oro como referencia: “Trata a los demás como quieres que te traten a ti”.

Mientras tanto, podemos señalar algunas propuestas concretas que pueden servir como pasos intermedios para avanzar hacia la Nación Humana Universal: salud y educación públicas y gratuitas, renta básica universal, reducción del armamentismo y redefinición del rol de las fuerzas armadas, reducción drástica de gases de efecto invernadero, desarrollo de energías renovables no convencionales (eólica, solar, etc.), respeto creciente por los Derechos Humanos, mayor protagonismo de los organismos de coordinación mundial y transformación del Consejo de Seguridad de la ONU. En general, tendremos que priorizar el "crecimiento" de la gente (salud, educación, calidad de vida) por sobre el crecimiento de las "cosas".

Como principios orientadores de la transformación social, a mediano y largo plazo, proponemos: 1- replanteo de la relación capital-trabajo, 2- transformación de la actual democracia formal en democracia real, 3- descentralización del poder político, económico y administrativo, 4- recuperación de una relación no destructiva con la naturaleza.

Tratemos de ver un poco más allá del momento actual… abriendo el futuro. Como ya hemos comentado, múltiples evidencias señalan que el proceso evolutivo que nos ha traído hasta aquí, está llegando a su fin. Como resultado de este proceso, un nuevo ser humano debe emerger, con otros valores, otra sensibilidad y otro nivel de conciencia.

Es este nuevo ser humano el que habrá de dirigirse a las estrellas. Llevará dentro de sí los esfuerzos, anhelos, temores y esperanzas de miles de millones de precursores, que elevaron su mirada al cielo desde los lejanos albores de la prehistoria. Cuando esto suceda, habremos cumplido nuestra parte. Una nueva especie se abrirá al Cosmos, en resonancia viva con la insondable intención evolutiva universal.