Alfonso Alcaide Rodríguez. sigma109@gmail.com
Parque de Estudio y Reflexión Toledo, 8/Mayo/2015
La trampa mortal
Entiendo la humildad como la falta de otorgarse una importancia personal.
Ser humilde por lo tanto, es no engolosinarse con la supuesta grandeza de uno mismo. Sin embargo este no es un punto de partida, ni es
algo que se pueda lograr por el mero hecho de afirmarlo, aparentarlo o ingenuamente otorgárselo a sí mismo. La humildad
es una aspiración, es
un logro a conseguir, es un reto y un desafío ¿Y esto por qué? ¿Qué ventajas tiene tener o no humildad? La importancia a sí mismo te ata al suelo,
te hace pesado,
te quita movilidad, te roba oportunidades, posibilidades, te encasilla
y hasta te aplasta.
Como ser humano
quedas detenido, cristalizado, sin posibilidad de evolución. Requiere invertir mucha energía para engordar el YO. Por lo tanto lo opuesto, la falta de esa importancia personal te coloca en otra perspectiva mucho más liviana, donde puedes explorar otras posibilidades evolutivas y por supuesto dispones de más energía.
Socialmente todo está montado para que te des importancia a ti mismo, para que no seas humilde,
para que te sientas por encima de algunos y por debajo de otros. Se potencia
al triunfador y se desprecia al fracasado. Pero tanto el triunfador como el fracasado
están en el mismo juego, en la misma escala de valores, aunque no siempre parten con las mismas condiciones y posibilidades, pero en definitiva ambos están abocados
a ello, aunque los logros sean diferentes. El fracasado entonces adopta una apariencia de humildad, como si tal cosa no le interesara o bien evidencia una envidia o injusticia total.
Pero sigue en el juego…. En ambos casos el juego es mortal, porque implica
la traición al
espíritu y subyuga
al hombre a una existencia mediocre, a ser sombra de su sombra, independientemente del
grado de aceptación social alcanzado. Se podría afirmar que los
triunfadores, aquellos
que se sienten importantes, que
han logrado
el éxito han matado a su espíritu.
Los fracasados, si logran salirse del juego… ¡Aún tienen una oportunidad!
Este juego que ha sido montado y
potenciado por el sistema,
va dejando un reguero
de cadáveres espirituales y mantiene al
ser humano domesticado y obsesionado por alcanzar logros que están totalmente fuera de la evolución. Los borregos compiten entre
sí, mientras los pastores se aprovechan… Hablar de humildad
parece que no admita grados, se es o no se es. Y además hablar sobre ello, parece implicar pedantería, por ejemplo
si alguien dice: “Yo tengo mucha humildad”, parece altamente sospechoso ya que se otorga un valor. Si la humildad
es la falta de otorgarse importancia personal, uno podrá decir: “he perdido
mucha importancia personal” y esto tiene un registro muy diferente.
Se pierde
en orgullo…
¡pero se gana en dignidad!
Antagonismos
entre orgullo y dignidad
El orgullo es frágil y
mentiroso. Necesita realimentarse constantemente (requiere invertir mucha energía) dándose importancia a
través de imponerse a otros,
es escandaloso, irritante, grosero y violento.
No escucha porque teme perder su posición
y solo busca dominar. El mínimo tributo
que exige para su apetito
voraz es “tener razón”. Millones de orgullosos compiten diariamente por tener razón aún en las insignificantes cosas de sus insignificantes vidas. Para ello los orgullosos invierten (si es
necesario) la realidad, con tal de culpar a otros incluso de su propio proceder. Su orgullo no le permite retroceder y
reflexionar y en última instancia: fracasar. Falsea y falsea.
Entonces agota la energía de su
portador en una lucha interminable, insaciable, llevándole hasta la locura y la violencia
irracional. El orgullo es
un parásito que te chupa la vida y solo muere cuando su portador llega al final de su existencia, a no ser que muy anteriormente ¡le deje de alimentar…! Su registro es de soberbia y una oculta envidia, y fuera de control, odio y resentimiento. Y se desespera porque frente a la dignidad
(a la que ciegamente acusa de orgullo),
nunca logra ganar. Y aunque
a la
dignidad el ganar no
le preocupa, al orgullo
¡nada le preocupa
más...!
En cambio la
dignidad es silenciosa, no se
impone a otros. Sabe retirarse
de las situaciones hostiles y siempre
da una nueva oportunidad. Su esencia es verdadera
y por lo tanto es más fuerte que el orgullo (falso valor producto
de la importancia personal), entonces ésta, no necesita
de
otros para realimentarse. Se nutre de la
coherencia de sí misma. Sus formas son amables y flexibles, pero su fundamento es inamovible y no necesita
de ninguna aprobación, ni tiene que valerse de otros y además siempre agradece
los aportes de los demás.
Sobrevuela las situaciones desde mucho más arriba y establece
relaciones de comprensión entre factores, que el orgullo no logra ni soñar. Su registro es de paz
interna, una suave fuerza y una
brisa de alegría.
¡La dignidad está dispuesta
a perder antes que traicionar la verdad! ¡El orgullo está dispuesto
a traicionar la verdad antes que perder!
El orgullo sin nada que aprender, busca culpables, cierra posibilidades y
no asume su responsabilidad. La dignidad depura y reparte responsabilidades (también consigo mismo)
abre posibilidades y siempre busca aprender.
El orgullo es la antítesis de la dignidad y aunque su despotismo y violencia
aniquile al portador de dignidad,
jamás le ganará la batalla, ya que el orgullo no sabe de la existencia ni fortaleza de la dignidad. Y esto es porque el orgullo saca su fuerza de un YO insaciable, cargado de importancia personal. Un YO que le encarcela y asfixia su libertad. Mientras tanto la dignidad se fortalece
de
su autoliberación espiritual.
¡De
su avance hacia a libertad!
Pero como decía antes, no
es un punto de partida, es una aspiración, es un reto y un desafío. Un camino a recorrer y a avanzarlo paso a paso, metro a metro, disfrutándolo, liberándose, acercándose a lo profundo
de uno mismo y por ende a
lo profundo de nuestra búsqueda
existencial. La dignidad no es un regalo… ¡es un trabajado logro espiritual!
El orgullo no es un triunfo…
¡es una lacra inicial!
Solamente un
cambio reflexivo, intencional y consciente de la interioridad personal, puede transformar al pedante y pesado orgullo en silenciosa, liviana y firme dignidad.
Por lo tanto es un salto, no solamente de calidad
existencial, sino frente a la progresiva liberación interna, es por sobretodo
un salto de cualidad espiritual. ¡Fracasar a otorgarse importancia personal, es un intento
hacia la inmortalidad! Profundicemos
en esto…
La
batalla de los vampiros
El orgullo, la pedantería, el
presumir, el prestigio
o cualquier otra variante en otorgarse importancia personal es algo que te
inmoviliza internamente y te convierte en una marioneta, en un muñeco arrastrado por una corriente social determinada, a
un rol y a un proceder pre configurado, tanto si eres adolescente, joven o abuelo.
Y es algo que cualquiera con
un mínimo de reflexión y atención
a su más íntimo registro interno puede corroborar. Pero aun a pesar de ello tiende a justificarlo y seguir esa corriente
absurda en busca del triunfo y la aceptación. Es como si en el fondo de uno se
dijera: “y si pierdo esta importancia en mí mismo ¿qué me queda?” Y en eso arraiga el temor, y es cierto, realmente ¿qué te queda cuando solo
sientes vacío interior?
Pero también el
sistema tiene miedo, porque
no le conviene que haya esta reflexión. Eso podría llevar a tener autonomía en la reflexión y
ese pensar, sentir
y hacer de esa persona tendería a salirse
de las pautas de su manipulación. El sistema orienta y
bombardea hacia que la mirada
se vaya externalizando cada vez más y se desconecte de su
interioridad. La imagen de sí (el aspecto y creencia
que uno tiene de sí mismo y que ofrece a otros) ha sido potenciada hasta tal punto, que han llenado los gimnasios, las tiendas de ropa de moda, las tendencias musicales con sus ornamentos específicos y
estilos de vida para diferenciarse de otros, y han llenado el cuerpo de la gente
de tintas
y agujeros
decorados…
En este bombardeo incesante hacia la externalización de la mirada,
la gente quiere creerse que es libre. Es libre porque cree que elige, ya que puede elegir su música, su tendencia
de moda, su vestimenta y su estilo de vida, entre las variantes promocionadas por el
sistema. De esta forma la gente decide un bando y se otorga una importancia y un valor personal, luego trata de ser valorado y reconocido en el bando que él cree que libremente ha elegido, y mientras critica a bandos diferentes él continúa dócil y engañado
en esta gran manipulación. Pero en el fondo de sí, cuando va
a dormir sabe que algo no funciona, que falta algo, pero como toda su energía está manipulada hacia el exterior, carece de la fuerza necesaria
para hacer una profunda reflexión y muy posiblemente refuerce la tendencia hacia el triunfo, esperando encontrar ahí la solución. Por supuesto que esto aumentará el problema
y el vacío irá adelante, creciendo como bola
de nieve. Y eso explica el porqué del aumento de alcoholismo y todo
tipo de drogadicción, depresiones y un sinfín de
desequilibrios mentales.
Entonces vemos que
interiormente tenemos un vacío y un sin sentido,
algo como un agujero y lo que nos ofrecen es una variedad de tapones externos para poder taparlo, pero en ningún caso se
orienta hacia el interior
para poder cerrarlo. Es como si dijeran: “dentro no toques,
nosotros te ofrecemos una solución
externa” y ahí continúa la gran manipulación.
El humano domesticado refuerza su
búsqueda de triunfo y de aceptación. Y como un vampiro energético, tiene que valerse de otros para “sentirse alguien o en algo”, necesita
la energía de su aprobación, él es importante y hace las cosas de su bando muy bien, necesita que le aplaudas.
Necesita que le valores,
que le aceptes, que lo quieras…
¡Necesita
triunfar!!! Y aún
a pesar de que no lo consiga se seguirá
otorgando una gran importancia personal, pero
eso si, en un mundo injusto que no sabe valorarlo o bien se sumirá en la autodegradación, que resulta lo mismo. Como él se
siente especial
(su importancia personal le obliga a ello), menosprecia la
eficacia del resto de
vampiros energéticos que buscan exactamente lo mismo ¡la
competencia es feroz! Batallas,
treguas, alianzas y traiciones se suceden a velocidades chaplinescas vaciando de sentido a
la vida y aumentando
el agujero original. Poco a poco los aspirantes a
triunfadores, los vampirillos
mequetrefes y también manipuladores, más que el
haber conseguido la energía
de otros para alimentar su permanente orgullo y
triunfo personal, han quedado
desgastados y desnutridos, literalmente “vaciados”, con su agujero original ahora de tamaño gigantesco y sin energía para crear un nuevo e ilusorio
tapón. Pero esa
energía suya y de
millones más no
se perdió,
sino que fue succionada por el sistema hipnotizador
y maestro manipulador, haciéndose más fuerte y poderoso, y que oculto
como cazador furtivo resulta ser: “El Gran Depredador”.
El Gran Depredador
El sistema como monstruoso depredador se alimenta
de la energía del desequilibrio, del sufrimiento de las poblaciones, del
temor, de las guerras, el hambre,
la enfermedad, al tiempo que controla la energía, alimentación, farmacéuticas, política, finanzas y todo lo demás… Haciéndonos creer que somos nosotros
quienes decidimos, él se mantiene oculto y
agazapado, ¡acechando como Gran Depredador! El Gran Depredador quiere que siempre compitamos entre nosotros en deportes, concursos, puestos de trabajo, estudios, siempre ofrece sus aparentes soluciones externas, mientras que el
mundo se desangra
en una descarnada lucha de todos contra todos, donde no se
encuentra solución.
Vistas
así las cosas,
la importancia
personal que uno se otorga a sí mismo, mientras
que
participa de un juego del
que no solamente no
colaboró en sus reglas,
sino que además desconoce su existencia (aun a pesar
de padecerla diariamente), a todas luces resulta un despropósito. No parece que tal ingenuidad y marionetismo inconsciente, sea merecedor de tanta importancia personal otorgada a
sí mismo. Está uno tan lleno de su YO, que no ve como le están manipulando encarnizadamente, alejándole
cada vez más de una real
solución.
Todo este circo vampírico o sistema
no solamente lo ha montado
el Gran Depredador, él necesita
que la mayoría hipnotizada le sigua el juego en sus escalas de valores,
estilos de vida y aspiraciones, haciéndonos creer que ahí vamos a encontrar
la solución. Pero
la verdad es la contraria, ahí aumentará
el problema (para beneficio
del sistema), pero en ningún caso, la solución. Puesto que el problema surge por el
alejamiento que uno tiene de sí mimo, su falta de contacto interior, que le lleva a la no reflexión, a la no responsabilidad de los propios actos, a la no coherencia y a la pérdida de la real libertad. La no
atención al registro
que a uno le queda, es el producto
de externalizar la mirada
y de buscar siempre fuera, lo que realmente
pertenece al interior.
Ninguna compensación, ningún tapón externo podrá cerrar la herida causada por nuestra
desconexión interior y el
vacío irá adelante.
Pero
recuerda que
la importancia
personal y la autodegradación son dos caras de
la misma moneda.
La una no puede existir sin la otra. Cuando te vienes
arriba sientes importancia, cuando te
caes sientes degradación.
¡Un
paso hacia la eternidad!
Si uno
es honesto consigo mismo admitirá
que su sobre otorgada importancia personal (su falta de humildad), no es más que la compensación y el disimulo de su pobreza y vacío interior. ¡Dime de qué presumes
y te diré de qué careces! Tras esta seria y profunda
reflexión uno tiene “una oportunidad”, si las ingentes
cantidades de energía
volcadas antes a las fauces del Gran Depredador, ahora uno la conserva saliendo de todo juego y de toda competición. Y haciéndose responsable de
sus actos, con humildad,
uno comienza su propia reconstrucción.
El Sistema-Monstruo-Depredador sabe esto y trata de evitarlo a toda costa, porque si muchos reflexionaran, sería su perdición. No hay que compensar el
vacío interno, hay que
llenarlo de “Sentido”, tomando contacto con nuestro propio interior. Tomando las riendas de nuestra vida en nuestras propias manos, o
sea, no dejándonos tironear por las tendencias, por los
bandos, y por las ofertas
de los
brillos mentirosos que nos arrastran hacia el exterior.
No somos máquinas, no somos maniquíes, tampoco somos robots, somos seres humanos con
un gran mundo interior, somos gigantes dormidos,
porque aun a pesar de nuestro
encadenamiento, mantenemos nuestro vínculo directo con el
infinito y aunque estemos adormecidos aún podemos
despertar.
No te sientas
tan importante (viviendo como un muñeco…),
porque lo realmente importante de ti lo abandonaste por el camino, presa de la manipulación y
tu falta de atención. Pero ahora no te rindas, se humilde y comienza
seriamente a reflexionar. Retoma tu
contacto interno, y búscate a ti mismo en
las profundidades de tu interior.
¡Hay una pequeña llama,
que
aún no se apagó!
¡Hay una esperanza olvidada,
que aún no sucumbió!
¡Hay un
sentido en la vida,
que añora tu conexión!
¡Y hay un intento oculto
en tu alma, que
espera tu decisión!
¡Oh
aspirante a triunfador, reconoce tu fracaso,
y con humildad comienza tu propia reconstrucción!
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