Ariane Weinberger
arianeweinberger@gmail.com
Septiembre 2011
Parques de Estudio y Reflexión La Belle Idée
Traducción del francés por José Salcedo y Alicia Blanco
Enero 2012
Futuro echó una mirada “hacia atrás”,
iluminando la primera etapa del Proceso humano.
Le había pedido a su arqueólogo virtual que
hurgara en la región mental de esa época y que recuperara algunos vestigios
–las “imágenes densas”– que le permitieran reavivar sus registros.
Ahora recordaba mejor: era la época del
Sapiens, del hombre que se había llamado a sí mismo “el que sabe”. Futuro
sonrió: ¡qué gracioso! ¡Qué atrevido! Afirmar no lo que es, sino la
aspiración de lo que aún no es. Claro, Sapiens siempre quiso
"conocer", incluso si al comienzo perdía a menudo su Propósito y se confundía una y otra
vez “creyendo saber”. Pero en realidad no era tan sorprendente que
aspirase al Conocimiento ya que
él había nacido de una experiencia, la del
“re-conocimiento” del fuego. Y además, desde su origen fue “equipado” con todo
lo necesario para alcanzar ese Conocimiento al que aspiraba. Sí,
tenía todo, incluso la
Dirección. Sólo debía aprender cómo utilizar
todo su potencial y, obviamente, ese aprendizaje tenía altibajos.
Sí, Sapiens siempre supo, en el fondo de sí
mismo, que el motor que lo había “puesto” en la Historia era la rebelión
contra la muerte, la “finitud”, y que su misión consistía en transcenderla para
acceder al Buen
Conocimiento y al Sentido. E hizo unos hermosos
avances en ese camino, especialmente cuando logró producir el fuego;
un momento inolvidable y determinante para su evolución posterior. De
hecho, es a partir de ese momento que comenzó a lanzarse de manera
intencional en la búsqueda de la Trascendencia, la intuición sugiriéndole
que había una relación entre ese fuego externo que se había vuelto
“inmortal” y esa “presencia”, ese otro “fuego”, que sentía a veces en su
interior.
Futuro examinó más de cerca las primeras
huellas materiales dejadas por Sapiens, sobretodo los primeros testimonios
artísticos de sus intentos de trascendencia biológica, social y espiritual; y
le pareció que eran
admirables para tratarse del inicio. Sí, ese
joven Sapiens le había dado a su crisis existencial una respuesta espiritual,
transformando su lucha por sobrevivir en búsqueda de trascendencia y su
empeño le prodigó la
Inspiración de lo Profundo. Y tradujo esa
experiencia con mucho talento y lucidez creando mitos “plásticos”, mitos que
generaron una espiritualidad. Y esa espiritualidad dio origen a una cultura
(que algunos ignorantes del siglo XX llamaron “paleolítica”); y esa
cultura, a su vez, dio identidad, unidad y continuidad a una vasta región
(llamada “Europa” a partir del siglo XVI). Sin ninguna duda, los hombres de
esa época y de esa región habían hecho su parte.
Después, Sapiens había continuado produciendo
otros momentos “luminosos” aunque separados por largos
períodos mas o menos oscuros, ya que sus avances se producían cuando él
entraba en crisis mientras
cada vez que las cosas se acomodaban un poco,
él volvía a distraerse. Entonces la sombra de la muerte volvía a
invadir su corazón y la ilusión de los límites espacio-temporales aprisionaban una
vez más su conciencia. Su Propósito ya no estaba ubicado en el centro
y el vacío dejaba de ser un espacio de inspiración para convertirse en un
espacio de sin-sentido.
En el siglo XX, un erudito50 ilustró muy bien
esta situación a través de un mito:
Se trata de la leyenda de Parseval y el Rey
Pescador. Recordemos que una misteriosa enfermedad paralizaba al viejo
Rey, quien poseía el secreto del Grial. Pero no sólo el Rey sufría,
todo alrededor de él se
derrumbaba, se deshacía; el palacio, las
murallas, los jardines; los animales no se reproducían más, los árboles no
daban más frutos, los ríos se secaban. Numerosos médicos habían intentado
curar al Rey Pescador sin obtener ningún resultado. Día y noche
llegaban caballeros y todos se interesaban primeramente por la salud del Rey.
Sólo un caballero –pobre, desconocido, incluso ridículo– se permitió
ignorar el ceremonial de cortesía. Se trataba de Parseval que sin tener
en cuenta los modales corteses avanzó hasta donde se encontraba el
Rey y, sin ningún preámbulo, le preguntó: “¿Dónde está el
Grial?”. En ese preciso instante todo se transformó: el Rey se levantó de su
lecho de sufrimiento, los ríos y las fuentes comenzaron a fluir, la vegetación
renació y el castillo se restauró de manera milagrosa. Unas pocas
palabras de Parseval habían bastado para regenerar toda la Naturaleza. Pero
esas pocas palabras constituían la pregunta central, el único
problema que podía importar, no solamente al Rey Pescador, sino al Cosmos
entero: ¿dónde se encontraba lo real por excelencia, lo sagrado, el Centro
de la vida y la fuente de la inmortalidad? ¿Dónde estaba el Santo Grial?
Nadie, antes de Parseval, había pensado en hacer esta pregunta central y
el mundo perecía a causa de esta indiferencia metafísica y religiosa, a
causa de esta falta de imaginación y la ausencia de deseo por lo real…
Este fragmento mítico parece mostrar que a
menudo la muerte es el resultado de nuestra indiferencia frente a la
inmortalidad.
Por suerte, en los momentos verdaderamente
críticos, siempre han existido seres un poco especiales que portaron
el clamor de la especie hasta los espacios profundos, para volver de
allí con los poderosos soplos
de la Bondad y de la Sabiduría, vaciando así el
centro de las nubes de ilusión, reavivando la llama del Propósito.
A mediados del siglo XX, ese siglo de
“conciencia desdichada”, surgió un "Mensajero de lo Profundo" para recordar
las preguntas centrales: ¿Quién soy? y ¿Hacia dónde voy?52 e indicar el Camino
que conducía a las respuestas. Con su mirada trascendente, este
Mensajero le recordó al hombre que aún era joven, que su desarrollo no
había terminado y que disponía de todo lo necesario para acceder a
una forma de conciencia
superior y al espíritu inmortal, dependiendo de
la vida que llevara.
De este modo él albergó su enseñanza en la
conciencia de algunos precursores, asegurándose que la experiencia
seguiría viva e irradiaría a través de ellos. Su misión consistió en crear
las condiciones para un nuevo salto de la especie, pues a pesar de muchos
progresos internos y externos innegables, la estructura psicofísica del ser
humano no había cambiado desde su aparición.
Sapiens mantenía la misma forma mental y seguía
sin poder resolver su sufrimiento de fondo, ya que la inmortalidad no
había sido aún adquirida e incorporada como experiencia del mismo modo que
lo fue, en su
momento, la experiencia del fuego. Claro que
desde el comienzo hubo individuos y grupos humanos que incursionaron
en lo Profundo y tradujeron las “señales” de manera inspirada,
con las formas culturales de sus épocas respectivas, pero nunca toda la
especie había hecho la experiencia de modo concomitante. Sin embargo
en un planeta ya mundializado, esa sintonía de conjunto,
indispensable para el gran salto, podía finalmente producirse y, por
consiguiente, podía producirse también la mutación tan esperada.
Y cuando el Mensajero constató además que los
descubrimientos científicos comenzaban a demostrar todo lo que
él había previsto en esos últimos 40 años –incluso la cuestión de la
inmortalidad biológica, con la creación de la “vida sintética” –, concluyó que había suficientes indicadores para afirmar que un nuevo
“horizonte espiritual” estaba emergiendo y que, por consiguiente, el
nacimiento espiritual no iba a tardar. Entonces, hizo un brindis y abandonó
este espacio-tiempo dirigiéndose hacia lo Profundo donde lo
esperaban nuevas misiones.
Luego Futuro iluminó con su mirada los últimos
instantes de ese primer gran ciclo del proceso humano. En efecto, todo,
absolutamente todo había cambiado cuando la inmortalidad dejó de ser una
especulación, una esperanza, una sospecha, una creencia convirtiéndose
en una certeza proveniente de la Experiencia. El ser humano
pudo entonces, por fin, acometer una nueva etapa en la espiral de su
evolución. Habiendo
resuelto el miedo a la muerte y el sin-sentido, su energía dejó de ser rehén del dolor y del sufrimiento, su fuerza
dejó de desperdiciarse en fugas y compensaciones, su vida dejó de estar
desestruresuelto el miedo a la muerte y el sin-sentido, su energía dejó de ser rehén del dolor y del sufrimiento, su fuerza dejó de desperdiciarse en fugas y compensaciones, su vida dejó de estar
desestructurada por las contradicciones y su mente dejó de estar
cubierta por ilusiones. Así pudo, por fin, contar con suficiente energía para
dedicarse a una “vida poética” y edificar una cultura basada en el Buen
Conocimiento, el Sentido y la Coherencia. De ese modo, luego de haber
producido el “fuego de la conciencia”, Sapiens logró finalmente producir
el “fuego del espíritu inmortal” capaz de evolucionar sin límites más
allá del cuerpo y del alma. Pero, ¿cómo podría lo mortal generar algo
inmortal? Tal vez deberíamos preguntarnos sobre cómo es posible que lo
inmortal genere la ilusión de la mortalidad!
Futuro también recordó que habían llamado el
inicio del nuevo ciclo “la era de la Bondad, de la Inspiración y de lo
Imprevisible”. En cuanto a Sapiens, aunque él comenzaba a merecer un poco más su
nombre, dejó de
llamarse así. De hecho, dejó simplemente de
nombrarse puesto que ya no era el de antes, y su nuevo "sí
mismo" era innombrable. cturada por las contradicciones y su mente dejó de estar
cubierta por ilusiones. Así pudo, por fin, contar con suficiente energía para
dedicarse a una “vida poética” y edificar una cultura basada en el Buen
Conocimiento, el Sentido y la Coherencia. De ese modo, luego de haber
producido el “fuego de la conciencia”, Sapiens logró finalmente producir
el “fuego del espíritu inmortal” capaz de evolucionar sin límites más
allá del cuerpo y del alma. Pero, ¿cómo podría lo mortal generar algo
inmortal? Tal vez deberíamos preguntarnos sobre cómo es posible que lo
inmortal genere la ilusión de la mortalidad!
Futuro también recordó que habían llamado el
inicio del nuevo ciclo “la era de la Bondad, de la Inspiración y de lo
Imprevisible”. En cuanto a Sapiens, aunque él comenzaba a merecer un poco más su
nombre, dejó de
llamarse así. De hecho, dejó simplemente de
nombrarse puesto que ya no era el de antes, y su nuevo "sí
mismo" era innombrable.
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50 Mircea ELIADE (1907-1986), historiador de
las religiones, mitólogo y novelista.
51 Mircea ÉLIADE, Images et
Symboles, pág. 70-72.
52 SILO, El Mensaje de Silo, pág. 146.
53 En mayo 2010, Craig Venter (biólogo
americano) y su equipo anuncian la creación de la “vida
artificial”, la primera célula sintética
(derivada enteramente de un cromosoma sintético).
http://darwinius.blogspot.com/2010/05/conferencia-de-prensa-craig-venter.html
Entrevista (en francés) sobre la vida
artificial con Joël de Rosnay, el autor de Et L’Homme créa la
vie, Éditions Les liens qui
libèrent, Paris, 2010.
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