La Reja, 6 de agosto de 2013
¿Qué cosa es real o no lo es?,
¿como podemos estar seguros de qué es real?, ¿nos representamos la realidad tal
cual es?
Probablemente
estas preguntas son las más repetidas a lo largo de la historia del pensamiento
humano.
La
realidad, “tal cual es”, según algunos, se experimenta en el espacio de
percepción. En España, en la castilla rural, conocí a un hombre rudo pero
amable, acostumbrado a lidiar con los problemas del entorno, de temperamento
práctico y bien decidido, que una vez me comentó: “las cosas son como son…y lo
que ocurre, pues ocurre y ya está”
En
contraste, ya vuelto a Buenos Aires, un viejo amigo de otros tiempos, un hombre
delgado y ojeroso, con aspecto de estar bajo de potasio, de temperamento
esquivo y dubitativo,
me comentó: “por ejemplo ese vaso, que seguridad tengo de que existe, como sé
que el mundo no es un invento de la imaginación”
La
primera postura se llama realismo ingenuo y la segunda escepticismo ingenuo, y
entre ambas a lo largo de la historia del pensamiento humano, se pueden
encontrar todas las combinaciones posibles.
Cito,
para los que quieran buscar en wikipedia, algunas de las “posturas” más
importantes sostenidas en los ambientes académicos, que han marcado ciertos
hitos en torno a la discusión de lo que es o no es real, en cuanto al criterio
de realidad:
Racionalismo-materialismo-empirismo-idealismo-nominalismo-positivismo-realismoingenuo-pragmatismo-realismo científico–estructuralismo- y
una serie de etcéteras. Todo un lío enorme de ideas para definir de qué se
trata la relación del hombre con el mundo, qué cosa es realmente verdadera en
esta relación que se establece entre lo que es el ser y lo que está afuera del
ser.
Tomando
como ejemplo sólo el pensamiento occidental, vemos que la clasificación del
conocimiento es relativamente reciente, los primeros enciclopedistas han
intentado dar una idea coherente de las ciencias (que para su época se habían
expandido considerablemente) recopilando y sintetizando el saber por temáticas.
La
herencia de la gnoseología (la filosofía del conocimiento) fue tomada por la
epistemología que clasificó las distintas ramas del saber.
La
epistemología se ocupa del conocimiento en términos de fundamentación racional
de lógica de la verdad, como el racionalismo crítico de Popper o el
neopositivismo lógico de Russell, pero no se ocupa en lo absoluto del sistema
de representación visual y cenestésico que acompaña necesariamente a los
procesos de comprensión de la realidad, lo cual por cierto es una omisión grave
y bastante curiosa.
De esto último (los sistemas de
representación) sí se ocupará la psicología, como por ejemplo el
constructivismo de Jean Piaget, o los avances de la psicología Analítica de
Jung en torno a la imaginación y los arquetipos, o el estructuralismo de Wund o
la Psicología de la Gestalt que mencionamos antes, y muchísimas otras, donde
por lo que podemos ver hasta la fecha, no han conseguido desprenderse de cierta
ingenuidad a la hora de describir e interpretar la función de la imagen y su
capital importancia para la conducta humana, y su relación fundamental con
espacio de representación. Esto último sí esta profundamente explicitado en la
Psicología Humanista Universalista desarrollada por Silo, que no debe
confundirse con la Psicología Humanista de Abraham Maslow que apareció en la post-guerra como
una tercera posición entre el conductismo y el psicoanálisis.
En
cuanto al pensamiento pre-científico se puede hablar de un sustrato
de presupuestos epocales anclados a la cultura de origen, que operan en forma
de ante predicativos que jamás son advertidos y sin embargo son el trasfondo
donde se monta la imagen del mundo y el sentido común.
En
éste sustrato son educados los científicos antes de serlo, antes de llegar a la
universidad, de manera que aún en el caso de la ciencia, su influencia no se
debe subestimar.
Hoy
en día, el espacio de percepción es casi objeto exclusivo de las ciencias y la
comprensión del mundo y su sentido descansan prácticamente en sus manos, el
declive de la especulación filosófica y el mismo éxito relativo de las ciencias
zanjaron la cuestión.
El
criterio de realidad que impera en el mundo de las ciencias se llama “realismo
científico” cuya pretensión de objetividad se sustenta en última raíz en la
correspondencia entre las matemáticas y el comportamiento de los fenómenos en
condiciones científicas de observación.
No
obstante el realismo científico es cada vez más discutido en un escenario donde
el conocimiento científico se encuentra cada vez más fragmentado por un lado y
más “despegado” de la percepción y del sentido común por otro.
Nadie
puede hoy día ofrecer una visión unificada del mundo al estilo de la física
clásica.
La
transformación que ha ocurrido en la noción misma del espacio y del tiempo
desde los albores de la física clásica Newtoniana hasta las abstractas y
complejas concepciones de los últimos desarrollos de la teoría M (teoría que
unifica las cinco teorías de cuerdas en una matriz mayor que las abarca y en
cierto sentido las unifica) no solo es sorprendente, es anonadante…
El
desarrollo físico matemático pretende tener el carácter objetivo que le da
credibilidad académica, pero el científico tendrá que traducir a
representaciones “fenomenológicas” lo que sus formulaciones implican, y en este
proceso se encontrará con limitaciones propias del mentar humano, que
terminarán en representaciones de la realidad que son “paradojales” como
mínimo, por no decir directamente incomprensibles o contradictorias
En particular el tema
de la noción de espacio es bastante ilustrativo:
El
espacio clásico de Newton, es un vacío universal dentro del cual se dan todos
los fenómenos físicos (tal como los estructura la conciencia ingenua).
Es
un espacio homogéneo, isomorfo, e infinito. Es vacío, pero es “algo”, o mejor
dicho “debe ser algo”, pero, como confesara con pesar el mismo Newton, “es un
misterio”, ya que el origen del espacio vacío donde ocurre la realidad, en base
a sus teorías, no se puede fundamentar.
Luego
Mach demuestra que esto no es tan sencillo como parece, y desarrolla un
concepto relativista de la inercia, basado en la idea de que la atracción
gravitatoria que todo ejerce sobre todo, implica que no existe tal universo
vacío, que “algo” se da en relación a un todo que lo influye concretamente y el
infinito no puede ser parte de su definición.
Einstein da un paso
más, de gigantes según se dice, pero en cierto sentido natural. El espacio ya
no puede estar vacío, es afectado por la materia-energía de modo que
se curva y adquiere propiedades ”elásticas” que afectan las trayectorias de los
cuerpos en movimiento. Y lo que es más impresionante aún, forma una estructura
indivisible con el tiempo, llamada espacio-tiempo, que no es el
continente vacío donde los fenómenos se dan, sino que es algo que tiene
“entidad” física real, aunque no sea en un sentido estricto material.
La
física cuántica avanza en el terreno de lo ultra-pequeño, donde las
paradojas son aún mayores. Planck advierte que la divisibilidad de la materia-energía no
es infinita, creando la noción del quantum.
Heissenberg
descubre un límite a la observación absoluta establecido por el principio de
incertidumbre, a partir del cual nada puede decirse. Mas allá de un parámetro
infinitamente pequeño, pero real, llamado constante de Planck, el espacio se
describe como una espuma cuántica repleta de energía donde partículas se crean
y destruyen permanentemente en un sin fin de febril actividad.
Finalmente
las teorías de cuerdas, en el intento de integrar la teoría de la relatividad
con la teoría cuántica, llegan a la concepción (totalmente absurda para la
conciencia ingenua) de que para que todo sea como es y funcione como funciona,
deben existir diez dimensiones espaciales, más una temporal, que están enrolladas
o plegadas sobre sí mismas (salvo tres, más el tiempo) dando origen a toda la
familia de partículas conocidas a partir de la geometría dinámica espacial. Con
esto se explica el origen de la materia, la energía y las fuerzas que las
mantienen unidas tal como son, todo se deriva de rupturas de simetrías en la
propia geometría de la realidad.
El problema es que
todo esto estará muy bien, pero no se puede representar visualmente de ninguna
forma, no se puede acompañar con la imaginación dirigida. El ciudadano medio
típico (no como abstracción, sino como persona real objeto de costosas campañas
políticas en todo el mundo) no se preocupa mucho por estos temas, pero, si
fuera el caso que alguien se los comenta, se da cuenta solito de que no se lo
puede representar.
Veamos esto.
Por
una parte uno experimenta la gravedad, uno siente el peso de su cuerpo. Siempre
me he representado una fuerza que me mantiene unido a la tierra, la fuerza de
la gravedad, de la cual no dudo porque la experimento. Pero ahora se me dice
que tal fuerza no existe, que en realidad el espacio se contrae o más bien se
tensa elásticamente hacia el centro de la tierra y que lo que uno experimenta
es la resistencia de lo que hay debajo, que vendría a ser lo que nos sostiene y
nos impide caer hacia el centro de la tierra, y al sostenernos nos mantiene
permanentemente acelerados respecto del espacio-tiempo curvado hacia
el centro de la tierra.
Mi amigo de la
castilla profunda diría: ¡ esto es muy raro coño!
Eso como mínimo. El espacio-tiempo curvado
no se puede representar.
Por
el lado de la física cuántica las cosas no están mejor, los experimentos
condujeron a la naturaleza dual de las partículas que se comportan de modo
ondulatorio o corpuscular según qué experimento, lo cual condujo a concepciones
no locales de la materia en donde partículas que desaparecen y reaparecen
sugieren la idea de un espacio discontinuo que a su vez conduce a la idea de
espacios o universos paralelos o lisa y llanamente a la idea un tanto radical
de un multiverso (una realidad n-dimensional).
El problema de “lo que no se
puede representar” radica en que “todas las representaciones” (no solo las
visuales) se dan en algún lugar (espacialmente hablando) que siempre está
referido a la posición del cuerpo y a los fenómenos del intracuerpo, siendo
toda representación por tanto una forma global de la conciencia que produce una
necesaria antropomorfización de lo representado.
Las
teorías de la realidad se basaron en los procesos de racionalización y no en
los procesos de representación. La ontología se basa en la correspondencia o no
de la representación y la realidad y pese a esto no se apela en ningún momento
a un sistema de registros, sino a los fundamentos lógicos del pensamiento que
razona sobre la realidad. La argumentación de la verdad tiene que ver con
modelos y paradigmas de razonamiento lógico.
Las
ciencias se han ido fragmentando en un sin fin de categorizaciones taxonómicas
y la especialización a permitido un avance realmente impresionante.
Pero
lo que caracteriza un salto revolucionario en las ciencias, no es un cambio en
las categorías taxonómicas, que son un ante predicativo para las descripciones
y las generalizaciones científicas, sino un cambio en la representación
científica del mundo, y en la cosmo-visión en general, donde todos
los objetos y sucesos científicos quedan reubicados por una alteración de
carácter necesariamente holístico referida principalmente a la noción de
espacio en sí entendida como “el tejido de la realidad”, no como objetividad en
sí, sino como representación del espacio ajustado a la percepción directa o
indirecta de la realidad.
Y esto implica un ajuste en el
criterio de realidad. Pueden verse en los intentos nuevas estructuras de
comprensión emergentes que modifican el criterio de realidad. El espacio
clásico de newton explica muy bien la prácticamente totalidad de los fenómenos
que ocurren en la superficie de la tierra, de modo que no nos hemos visto en la
necesidad de abandonarlo desde un punto de vista cotidiano.
Estas
ideas son del año 1650 aproximadamente, lo que prueba la enorme persistencia
del sustrato cultural, parece que existe en todos nosotros un empirismo
impenitente que nos empuja a una visión pragmática pero ingenua de la realidad.
El
sustrato culturar pone los ante predicativos. Son las cosas que uno tiene en
mente antes de empezar a hablar y refiere a ámbitos copresentes que no sólo
aportan permanentemente los datos en que se sustenta el discurso; la dirección
misma y el alcance del discurso aparecen como un recorrido lineal que escoge
opciones dentro de una franja de datos necesariamente acotados por el ámbito de
copresencias operante.
El
discurso deja de avanzar cuando se topa con una contradicción, cuando no hay
contradicciones se habla de coherencia y la coherencia refiere a la integración
de antítesis y antinomias en un marco estructural.
Cuando nos referimos al término “estructuras de
comprensión” nos referimos a este carácter holístico que opera a nivel de
formas totalizadoras que resuelven tensiones antitéticas y producen registros
de integración en el sustrato cultural.
Pero
destacamos con énfasis que las antítesis, las antinomias y las contradicciones
en general, se resuelven como todas las tensiones en el marco de la
subjetividad, subjetividad que por otra parte ha sido y debe ser negada en el
marco de la experimentación objetiva de la realidad que impone el rigor
científico, con lo cual se produce una situación paradojal.
La
actitud científica consiste precisamente en desprenderse de la influencia de
las representaciones que son traducciones internas, para ajustar lo representado
por medio de la imaginación dirigida a lo que sucede en el espacio de
percepción, sin interferencias personales o subjetivas, lo cual como veremos es
muy discutible.
Lo
que no puede evitarse es que la mirada, en el proceso selectivo de dirigir la
atención, arrastre el bagaje de sus propias copresencias condicionando
cualquier elección.
Esto
no sólo implica orientar la atención para apercibirse de ciertos fenómenos,
sino que apercibir algo es al mismo tiempo desapercibir otras cosas. Es la
imaginación activa del científico la que orienta la selección de opciones, pero
a condición de que tal selección implique el descarte de otras muchas opciones
desapercibidas.
Y
la imaginación dirigida del científico se basa en las copresencias que todo el
tiempo operan como la representación del mundo donde se da la integración o no
de antinomias y contradicciones, lo cual a su vez le permite escoger opciones.
Y en tales copresencias se encuentran los ante predicativos.
Pongamos por caso el
materialismo, que es una postura, como cualquier otra, asumida con anterioridad
a un experimento hipotético, que se intentará demostrar. Hay un materialismo
radical que implica una visión reduccionista extrema, el caso de las teorías
mecanicistas clásicas decimonónicas, donde el físico reduce la experiencia
psicológica del color a un problema de vibraciones electromagnéticas o el
fisiólogo pensamientos y angustia a procesos del sistema nervioso, de tal modo
que los procesos psíquicos (del sujeto estudiado) quedan eliminados de la
cadena causal de los acontecimientos, que se interpretan y entienden como
sucesos independientes del ser (del sujeto y del científico).
Probablemente
como señalaría Einsten, el verdadero materialismo consista precisamente en la
eliminación del ser, que no aparece por ningún lado como eslabón independiente
en las cadenas de relaciones causales. Y esto es así porque en todo momento el
pensamiento materialista se supone conceptualizando la realidad en sí y no la
representación objetivada de la realidad.
Esto
contrasta con la actitud radicalmente distinta del místico, que alcanza niveles
de comprensión de la realidad, en base a su experiencia interna y no sólo no
niega a “el
ser”
en la cadena causal sino que centra en él el origen de la misma estructura mental
que permite comprender toda cadena causal.
En
tanto el científico materialista encuentra una explicación fisiológica
satisfactoria para los fenómenos místicos de iluminación interior, el místico
se orientará hacia la experiencia y su potencial para transformar la conciencia
explicadora del fenómeno.
La
experiencia mística supone para la conciencia un asomarse al laberinto de
modalidades pre-lógicas que caracterizan a los contenidos asociados a
las actividades sub-corticales, contenidos que normalmente “confunden”
a cualquier razonamiento sujeto a la lógica formal. Son formas distintas de
mentar que presuponen organizaciones diferentes de la realidad.
El
científico materialista dirá, respecto a las experiencias místicas, que lo
producido en la subjetividad por una conciencia alterada no es válido
científicamente porque no puede extenderse a la generalidad, no puede ser
objetivado, lo cual es tan cierto como que el cerebro de un Einstein tampoco.
El
término conciencia alterada está sugerido para confrontar con el término
conciencia normal, donde supuestamente “el mundo se observa sin alteración” y
el yo por tanto se ve como funcional para operar en la realidad objetiva.
Pero no se visualiza que la estructura del yo es un
proceso de conciencia que altera la realidad y mucho menos se entiende que toda
estructuración de conciencia implica “per se” una alteración de la realidad.
Porque
se entiende que el grado de realidad personal de la experiencia no se basa, ni
puede basarse, en las explicaciones fisiológicas del caso, sino en sus
registros internos. Pero no estamos hablando del realismo subjetivo del
experimentador, estamos diciendo que el científico busca una explicación
fisiológica de un fenómeno que él se representa de un modo antes de investigar
sobre ello y que esta representación a la cual se integran los nuevos datos
termina resultando en una estructura de comprensión que no se deriva de, sino
que construye la explicación y el sentido mismo de los datos. Es en la
representación del mundo donde se da la integración de datos, no en el mundo.
Subyace la idea de que se puede
construir un acercamiento a la realidad objetiva, en tanto los procesos de la
imaginación dirigida se puedan objetivar al ser contrastados con el rigor del
método experimental que aporta el peso de la pruebas.
De
modo que decir que la ciencia se basa en la razón es en realidad decir que la
ciencia se basa en un modo de razonar que presupone una particular forma de
estructurar la realidad.
La
idea de que la razón se auto sustenta en su consistencia lógica sólo dice que
el mundo de la razón es consistentemente auto sustentado, es decir, efectivo
analíticamente hablando, pero nada dice acerca de acercamiento a la realidad en
sí en cuanto a las representaciones derivadas de ese razonar.
Todos
creemos que la realidad en sí es lógicamente razonable, y este razonamiento
lógico debe conducir a una representación cada vez mas precisa de la realidad.
Pero basta estudiar las paradojas cuánticas que al ser representadas por una
conciencia de mirada macroscópica se visualizan como contradictorias e
incomprensibles, o de la misma teoría de la relatividad con sus curvaturas de
singularidad temporoespacial, para darse cuenta que la realidad en sí no es tan
fácil de representar, aunque deductivamente se puedan comprender sus relaciones
analítico matemáticas.
Entonces
tenemos por un lado que hay una búsqueda de lo verdadero como aproximación a lo
real, en tanto razonamiento lógico que tiene confirmación experimental
científica y aborrece cualquier forma de subjetivismo, cuando éste esta
implicado de forma evidente, claro, puesto que subjetividades siempre hay, se
reconozcan o no.
Por
otro lado la verdad en tanto registro de certeza interior surgida en la
experiencia mística, que al partir de la desautomatización de los procesos
mentales supone la integración de contenidos mentales prelógicos, emergiendo
una estructuración de la realidad completamente diferente a la anterior.
Y en medio todas las
posiciones que se quiera imaginar.
Y
todas padecen la inevitable antropomorfización de la representación humana,
aunque no por esto dejan de tener cierta correspondencia con lo que llamamos
realidad objetiva.
Nosotros
usaremos el término “estructuras de comprensión”, no en el sentido de
comprender la realidad en sí, o de su ajuste al conocimiento de la verdad en
sí.
Lo
usaremos en el sentido de que una estructura de comprensión es unitiva y tiene
sentido totalizador para el sujeto que la estructura como representación del
mundo, independientemente de su ajuste a la verdad objetiva, porque es en dicha
experiencia que se basa su criterio de realidad.
El
hecho es que la vida humana, el registro de la propia vida, se da precisamente
en el mundo de la representación, que es experiencial y es en la representación
del mundo donde se da la integración o desintegración de los contenidos
vitales.
Sobre
todo porque si la felicidad tiene que ver con la integración de contenidos,
cual es el beneficio de aceptar una visión de la realidad que parte de una
comprensión fragmentada, es decir, desintegrada de la propia subjetividad.
La
conciencia integrada asume que la representación formal de un contenido es
diferente según el nivel de conciencia que lo trate, lo alegórico y lo
simbólico coinciden y forman parte de una mirada integral.
Y la búsqueda de
sentido se orienta desde allí.