El autor propone revisar las condiciones que permiten desarrollar una conducta “virtuosa”, prestando especial atención a las sensaciones que produce. De ese modo, vuelve a emplazar la Ética como un arte del comportamiento más que como un conjunto de reglas de conducta. Para ello, parte de la ubicación de la Ética dentro de lo que llamamos realidad. Luego de un rápido resumen de la cosmología que propone la ciencia actual y sirve de trasfondo al imaginario colectivo vigente, hace una descripción de la dinámica de conciencia que delata su filiación fenomenológica, en la que destaca la relevancia de la futurición. Encara una visión actualizada del mundo que resulta de esa dinámica de conciencia, y es la situación que sirve de condicionamiento básico a nuestra existencia. Concluye con una síntesis en la que expone una visión de la Ética que se integra con la experiencia humana, como modulación del flujo de la Vida, lo que hace imprescindible peraltar la importancia de la sensibilidad. Para ello esboza una descripción del acto ético y el esbozo de pautas funcionales para tener en cuenta en situaciones de vida, derivadas de la dinámica descripta.
En el primero de los apéndices presenta una visión de la no-violencia propuesta por Silo que quizás resulte un tanto fundamentalista para quienes participan de la concepción edulcorada que resulta del pacifismo individualista. Esta visión está fundada en el ejemplo que dio Silo con sus actitudes y en algún comentario epistolar, más que en la fina interpretación de sus textos. El autor aprovecha la ocasión para desprenderse de la óptica existencial que domina el texto para echar alguna luz sobre la región de la existencia que bordea la trascendencia, devolviéndole al existencialismo el marco trascendental de la Fenomenología.
En el segundo apéndice se hace una recopilación de citas de textos de Silo referidos a los llamados Principios de Acción Válida que, como dijo éste, configuran una “nueva moral”.
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