4 ene 2014

Criterio de realidad: cientificismo y misticismo

Tomado de: Acertijos, formas, espacialidad y sentido, monografia de GUSTAVO HOERTH Gustavo.hoerth@gmail.com. Centro de Estudios Parques de Estudio y Reflexión
La Reja, 6 de agosto de 2013
¿Qué cosa es real o no lo es?, ¿como podemos estar seguros de qué es real?, ¿nos representamos la realidad tal cual es?
Probablemente estas preguntas son las más repetidas a lo largo de la historia del pensamiento humano.
La realidad, “tal cual es”, según algunos, se experimenta en el espacio de percepción. En España, en la castilla rural, conocí a un hombre rudo pero amable, acostumbrado a lidiar con los problemas del entorno, de temperamento práctico y bien decidido, que una vez me comentó: “las cosas son como son…y lo que ocurre, pues ocurre y ya está”
En contraste, ya vuelto a Buenos Aires, un viejo amigo de otros tiempos, un hombre delgado y ojeroso, con aspecto de estar bajo de potasio, de temperamento esquivo y dubitativo, me comentó: “por ejemplo ese vaso, que seguridad tengo de que existe, como sé que el mundo no es un invento de la imaginación”
La primera postura se llama realismo ingenuo y la segunda escepticismo ingenuo, y entre ambas a lo largo de la historia del pensamiento humano, se pueden encontrar todas las combinaciones posibles.
Cito, para los que quieran buscar en wikipedia, algunas de las “posturas” más importantes sostenidas en los ambientes académicos, que han marcado ciertos hitos en torno a la discusión de lo que es o no es real, en cuanto al criterio de realidad:
Racionalismo-materialismo-empirismo-idealismo-nominalismo-positivismo-realismoingenuo-pragmatismo-realismo científico–estructuralismo- y una serie de etcéteras. Todo un lío enorme de ideas para definir de qué se trata la relación del hombre con el mundo, qué cosa es realmente verdadera en esta relación que se establece entre lo que es el ser y lo que está afuera del ser.
Tomando como ejemplo sólo el pensamiento occidental, vemos que la clasificación del conocimiento es relativamente reciente, los primeros enciclopedistas han intentado dar una idea coherente de las ciencias (que para su época se habían expandido considerablemente) recopilando y sintetizando el saber por temáticas.
La herencia de la gnoseología (la filosofía del conocimiento) fue tomada por la epistemología que clasificó las distintas ramas del saber.
La epistemología se ocupa del conocimiento en términos de fundamentación racional de lógica de la verdad, como el racionalismo crítico de Popper o el neopositivismo lógico de Russell, pero no se ocupa en lo absoluto del sistema de representación visual y cenestésico que acompaña necesariamente a los procesos de comprensión de la realidad, lo cual por cierto es una omisión grave y bastante curiosa.
De esto último (los sistemas de representación) sí se ocupará la psicología, como por ejemplo el constructivismo de Jean Piaget, o los avances de la psicología Analítica de Jung en torno a la imaginación y los arquetipos, o el estructuralismo de Wund o la Psicología de la Gestalt que mencionamos antes, y muchísimas otras, donde por lo que podemos ver hasta la fecha, no han conseguido desprenderse de cierta ingenuidad a la hora de describir e interpretar la función de la imagen y su capital importancia para la conducta humana, y su relación fundamental con espacio de representación. Esto último sí esta profundamente explicitado en la Psicología Humanista Universalista desarrollada por Silo, que no debe confundirse con la Psicología Humanista de Abraham Maslow que apareció en la post-guerra como una tercera posición entre el conductismo y el psicoanálisis.
En cuanto al pensamiento pre-científico se puede hablar de un sustrato de presupuestos epocales anclados a la cultura de origen, que operan en forma de ante predicativos que jamás son advertidos y sin embargo son el trasfondo donde se monta la imagen del mundo y el sentido común.
En éste sustrato son educados los científicos antes de serlo, antes de llegar a la universidad, de manera que aún en el caso de la ciencia, su influencia no se debe subestimar.
Hoy en día, el espacio de percepción es casi objeto exclusivo de las ciencias y la comprensión del mundo y su sentido descansan prácticamente en sus manos, el declive de la especulación filosófica y el mismo éxito relativo de las ciencias zanjaron la cuestión.
El criterio de realidad que impera en el mundo de las ciencias se llama “realismo científico” cuya pretensión de objetividad se sustenta en última raíz en la correspondencia entre las matemáticas y el comportamiento de los fenómenos en condiciones científicas de observación.

No obstante el realismo científico es cada vez más discutido en un escenario donde el conocimiento científico se encuentra cada vez más fragmentado por un lado y más “despegado” de la percepción y del sentido común por otro.
Nadie puede hoy día ofrecer una visión unificada del mundo al estilo de la física clásica.
La transformación que ha ocurrido en la noción misma del espacio y del tiempo desde los albores de la física clásica Newtoniana hasta las abstractas y complejas concepciones de los últimos desarrollos de la teoría M (teoría que unifica las cinco teorías de cuerdas en una matriz mayor que las abarca y en cierto sentido las unifica) no solo es sorprendente, es anonadante…
El desarrollo físico matemático pretende tener el carácter objetivo que le da credibilidad académica, pero el científico tendrá que traducir a representaciones “fenomenológicas” lo que sus formulaciones implican, y en este proceso se encontrará con limitaciones propias del mentar humano, que terminarán en representaciones de la realidad que son “paradojales” como mínimo, por no decir directamente incomprensibles o contradictorias
En particular el tema de la noción de espacio es bastante ilustrativo:
El espacio clásico de Newton, es un vacío universal dentro del cual se dan todos los fenómenos físicos (tal como los estructura la conciencia ingenua).
Es un espacio homogéneo, isomorfo, e infinito. Es vacío, pero es “algo”, o mejor dicho “debe ser algo”, pero, como confesara con pesar el mismo Newton, “es un misterio”, ya que el origen del espacio vacío donde ocurre la realidad, en base a sus teorías, no se puede fundamentar.
Luego Mach demuestra que esto no es tan sencillo como parece, y desarrolla un concepto relativista de la inercia, basado en la idea de que la atracción gravitatoria que todo ejerce sobre todo, implica que no existe tal universo vacío, que “algo” se da en relación a un todo que lo influye concretamente y el infinito no puede ser parte de su definición.
Einstein da un paso más, de gigantes según se dice, pero en cierto sentido natural. El espacio ya no puede estar vacío, es afectado por la materia-energía de modo que se curva y adquiere propiedades ”elásticas” que afectan las trayectorias de los cuerpos en movimiento. Y lo que es más impresionante aún, forma una estructura indivisible con el tiempo, llamada espacio-tiempo, que no es el continente vacío donde los fenómenos se dan, sino que es algo que tiene “entidad” física real, aunque no sea en un sentido estricto material.
La física cuántica avanza en el terreno de lo ultra-pequeño, donde las paradojas son aún mayores. Planck advierte que la divisibilidad de la materia-energía no es infinita, creando la noción del quantum.
Heissenberg descubre un límite a la observación absoluta establecido por el principio de incertidumbre, a partir del cual nada puede decirse. Mas allá de un parámetro infinitamente pequeño, pero real, llamado constante de Planck, el espacio se describe como una espuma cuántica repleta de energía donde partículas se crean y destruyen permanentemente en un sin fin de febril actividad.
Finalmente las teorías de cuerdas, en el intento de integrar la teoría de la relatividad con la teoría cuántica, llegan a la concepción (totalmente absurda para la conciencia ingenua) de que para que todo sea como es y funcione como funciona, deben existir diez dimensiones espaciales, más una temporal, que están enrolladas o plegadas sobre sí mismas (salvo tres, más el tiempo) dando origen a toda la familia de partículas conocidas a partir de la geometría dinámica espacial. Con esto se explica el origen de la materia, la energía y las fuerzas que las mantienen unidas tal como son, todo se deriva de rupturas de simetrías en la propia geometría de la realidad.

El problema es que todo esto estará muy bien, pero no se puede representar visualmente de ninguna forma, no se puede acompañar con la imaginación dirigida. El ciudadano medio típico (no como abstracción, sino como persona real objeto de costosas campañas políticas en todo el mundo) no se preocupa mucho por estos temas, pero, si fuera el caso que alguien se los comenta, se da cuenta solito de que no se lo puede representar.
Veamos esto.
Por una parte uno experimenta la gravedad, uno siente el peso de su cuerpo. Siempre me he representado una fuerza que me mantiene unido a la tierra, la fuerza de la gravedad, de la cual no dudo porque la experimento. Pero ahora se me dice que tal fuerza no existe, que en realidad el espacio se contrae o más bien se tensa elásticamente hacia el centro de la tierra y que lo que uno experimenta es la resistencia de lo que hay debajo, que vendría a ser lo que nos sostiene y nos impide caer hacia el centro de la tierra, y al sostenernos nos mantiene permanentemente acelerados respecto del espacio-tiempo curvado hacia el centro de la tierra.
Mi amigo de la castilla profunda diría: ¡ esto es muy raro coño!
Eso como mínimo. El espacio-tiempo curvado no se puede representar.
Por el lado de la física cuántica las cosas no están mejor, los experimentos condujeron a la naturaleza dual de las partículas que se comportan de modo ondulatorio o corpuscular según qué experimento, lo cual condujo a concepciones no locales de la materia en donde partículas que desaparecen y reaparecen sugieren la idea de un espacio discontinuo que a su vez conduce a la idea de espacios o universos paralelos o lisa y llanamente a la idea un tanto radical de un multiverso (una realidad n-dimensional).
El problema de “lo que no se puede representar” radica en que “todas las representaciones” (no solo las visuales) se dan en algún lugar (espacialmente hablando) que siempre está referido a la posición del cuerpo y a los fenómenos del intracuerpo, siendo toda representación por tanto una forma global de la conciencia que produce una necesaria antropomorfización de lo representado.
Las teorías de la realidad se basaron en los procesos de racionalización y no en los procesos de representación. La ontología se basa en la correspondencia o no de la representación y la realidad y pese a esto no se apela en ningún momento a un sistema de registros, sino a los fundamentos lógicos del pensamiento que razona sobre la realidad. La argumentación de la verdad tiene que ver con modelos y paradigmas de razonamiento lógico.
Las ciencias se han ido fragmentando en un sin fin de categorizaciones taxonómicas y la especialización a permitido un avance realmente impresionante.
Pero lo que caracteriza un salto revolucionario en las ciencias, no es un cambio en las categorías taxonómicas, que son un ante predicativo para las descripciones y las generalizaciones científicas, sino un cambio en la representación científica del mundo, y en la cosmo-visión en general, donde todos los objetos y sucesos científicos quedan reubicados por una alteración de carácter necesariamente holístico referida principalmente a la noción de espacio en sí entendida como “el tejido de la realidad”, no como objetividad en sí, sino como representación del espacio ajustado a la percepción directa o indirecta de la realidad.
Y esto implica un ajuste en el criterio de realidad. Pueden verse en los intentos nuevas estructuras de comprensión emergentes que modifican el criterio de realidad. El espacio clásico de newton explica muy bien la prácticamente totalidad de los fenómenos que ocurren en la superficie de la tierra, de modo que no nos hemos visto en la necesidad de abandonarlo desde un punto de vista cotidiano.

Estas ideas son del año 1650 aproximadamente, lo que prueba la enorme persistencia del sustrato cultural, parece que existe en todos nosotros un empirismo impenitente que nos empuja a una visión pragmática pero ingenua de la realidad.
El sustrato culturar pone los ante predicativos. Son las cosas que uno tiene en mente antes de empezar a hablar y refiere a ámbitos copresentes que no sólo aportan permanentemente los datos en que se sustenta el discurso; la dirección misma y el alcance del discurso aparecen como un recorrido lineal que escoge opciones dentro de una franja de datos necesariamente acotados por el ámbito de copresencias operante.
El discurso deja de avanzar cuando se topa con una contradicción, cuando no hay contradicciones se habla de coherencia y la coherencia refiere a la integración de antítesis y antinomias en un marco estructural.
Cuando nos referimos al término “estructuras de comprensión” nos referimos a este carácter holístico que opera a nivel de formas totalizadoras que resuelven tensiones antitéticas y producen registros de integración en el sustrato cultural.
Pero destacamos con énfasis que las antítesis, las antinomias y las contradicciones en general, se resuelven como todas las tensiones en el marco de la subjetividad, subjetividad que por otra parte ha sido y debe ser negada en el marco de la experimentación objetiva de la realidad que impone el rigor científico, con lo cual se produce una situación paradojal.
La actitud científica consiste precisamente en desprenderse de la influencia de las representaciones que son traducciones internas, para ajustar lo representado por medio de la imaginación dirigida a lo que sucede en el espacio de percepción, sin interferencias personales o subjetivas, lo cual como veremos es muy discutible.
Lo que no puede evitarse es que la mirada, en el proceso selectivo de dirigir la atención, arrastre el bagaje de sus propias copresencias condicionando cualquier elección.
Esto no sólo implica orientar la atención para apercibirse de ciertos fenómenos, sino que apercibir algo es al mismo tiempo desapercibir otras cosas. Es la imaginación activa del científico la que orienta la selección de opciones, pero a condición de que tal selección implique el descarte de otras muchas opciones desapercibidas.
Y la imaginación dirigida del científico se basa en las copresencias que todo el tiempo operan como la representación del mundo donde se da la integración o no de antinomias y contradicciones, lo cual a su vez le permite escoger opciones. Y en tales copresencias se encuentran los ante predicativos.
Pongamos por caso el materialismo, que es una postura, como cualquier otra, asumida con anterioridad a un experimento hipotético, que se intentará demostrar. Hay un materialismo radical que implica una visión reduccionista extrema, el caso de las teorías mecanicistas clásicas decimonónicas, donde el físico reduce la experiencia psicológica del color a un problema de vibraciones electromagnéticas o el fisiólogo pensamientos y angustia a procesos del sistema nervioso, de tal modo que los procesos psíquicos (del sujeto estudiado) quedan eliminados de la cadena causal de los acontecimientos, que se interpretan y entienden como sucesos independientes del ser (del sujeto y del científico).
Probablemente como señalaría Einsten, el verdadero materialismo consista precisamente en la eliminación del ser, que no aparece por ningún lado como eslabón independiente en las cadenas de relaciones causales. Y esto es así porque en todo momento el pensamiento materialista se supone conceptualizando la realidad en sí y no la representación objetivada de la realidad.
Esto contrasta con la actitud radicalmente distinta del místico, que alcanza niveles de comprensión de la realidad, en base a su experiencia interna y no sólo no niega a “el

ser” en la cadena causal sino que centra en él el origen de la misma estructura mental que permite comprender toda cadena causal.
En tanto el científico materialista encuentra una explicación fisiológica satisfactoria para los fenómenos místicos de iluminación interior, el místico se orientará hacia la experiencia y su potencial para transformar la conciencia explicadora del fenómeno.
La experiencia mística supone para la conciencia un asomarse al laberinto de modalidades pre-lógicas que caracterizan a los contenidos asociados a las actividades sub-corticales, contenidos que normalmente “confunden” a cualquier razonamiento sujeto a la lógica formal. Son formas distintas de mentar que presuponen organizaciones diferentes de la realidad.
El científico materialista dirá, respecto a las experiencias místicas, que lo producido en la subjetividad por una conciencia alterada no es válido científicamente porque no puede extenderse a la generalidad, no puede ser objetivado, lo cual es tan cierto como que el cerebro de un Einstein tampoco.
El término conciencia alterada está sugerido para confrontar con el término conciencia normal, donde supuestamente “el mundo se observa sin alteración” y el yo por tanto se ve como funcional para operar en la realidad objetiva.
Pero no se visualiza que la estructura del yo es un proceso de conciencia que altera la realidad y mucho menos se entiende que toda estructuración de conciencia implica “per se” una alteración de la realidad.
Porque se entiende que el grado de realidad personal de la experiencia no se basa, ni puede basarse, en las explicaciones fisiológicas del caso, sino en sus registros internos. Pero no estamos hablando del realismo subjetivo del experimentador, estamos diciendo que el científico busca una explicación fisiológica de un fenómeno que él se representa de un modo antes de investigar sobre ello y que esta representación a la cual se integran los nuevos datos termina resultando en una estructura de comprensión que no se deriva de, sino que construye la explicación y el sentido mismo de los datos. Es en la representación del mundo donde se da la integración de datos, no en el mundo.
Subyace la idea de que se puede construir un acercamiento a la realidad objetiva, en tanto los procesos de la imaginación dirigida se puedan objetivar al ser contrastados con el rigor del método experimental que aporta el peso de la pruebas.
De modo que decir que la ciencia se basa en la razón es en realidad decir que la ciencia se basa en un modo de razonar que presupone una particular forma de estructurar la realidad.
La idea de que la razón se auto sustenta en su consistencia lógica sólo dice que el mundo de la razón es consistentemente auto sustentado, es decir, efectivo analíticamente hablando, pero nada dice acerca de acercamiento a la realidad en sí en cuanto a las representaciones derivadas de ese razonar.
Todos creemos que la realidad en sí es lógicamente razonable, y este razonamiento lógico debe conducir a una representación cada vez mas precisa de la realidad. Pero basta estudiar las paradojas cuánticas que al ser representadas por una conciencia de mirada macroscópica se visualizan como contradictorias e incomprensibles, o de la misma teoría de la relatividad con sus curvaturas de singularidad temporoespacial, para darse cuenta que la realidad en sí no es tan fácil de representar, aunque deductivamente se puedan comprender sus relaciones analítico matemáticas.
Entonces tenemos por un lado que hay una búsqueda de lo verdadero como aproximación a lo real, en tanto razonamiento lógico que tiene confirmación experimental científica y aborrece cualquier forma de subjetivismo, cuando éste esta implicado de forma evidente, claro, puesto que subjetividades siempre hay, se reconozcan o no.

Por otro lado la verdad en tanto registro de certeza interior surgida en la experiencia mística, que al partir de la desautomatización de los procesos mentales supone la integración de contenidos mentales prelógicos, emergiendo una estructuración de la realidad completamente diferente a la anterior.
Y en medio todas las posiciones que se quiera imaginar.
Y todas padecen la inevitable antropomorfización de la representación humana, aunque no por esto dejan de tener cierta correspondencia con lo que llamamos realidad objetiva.
Nosotros usaremos el término “estructuras de comprensión”, no en el sentido de comprender la realidad en sí, o de su ajuste al conocimiento de la verdad en sí.
Lo usaremos en el sentido de que una estructura de comprensión es unitiva y tiene sentido totalizador para el sujeto que la estructura como representación del mundo, independientemente de su ajuste a la verdad objetiva, porque es en dicha experiencia que se basa su criterio de realidad.
El hecho es que la vida humana, el registro de la propia vida, se da precisamente en el mundo de la representación, que es experiencial y es en la representación del mundo donde se da la integración o desintegración de los contenidos vitales.
Sobre todo porque si la felicidad tiene que ver con la integración de contenidos, cual es el beneficio de aceptar una visión de la realidad que parte de una comprensión fragmentada, es decir, desintegrada de la propia subjetividad.
La conciencia integrada asume que la representación formal de un contenido es diferente según el nivel de conciencia que lo trate, lo alegórico y lo simbólico coinciden y forman parte de una mirada integral.

Y la búsqueda de sentido se orienta desde allí.

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