Conclusiones finales de la monografía: “Investigaciónsobre el Propósito del Homo sapiens en el Paleolítico superior : del afán porsobrevivir al afán por trascender”
Futuro echó una mirada “hacia atrás”,
iluminando la primera etapa del Proceso humano. Le había pedido a su arqueólogo
virtual que hurgara en la región mental de esa época y que recuperara algunos
vestigios –las “imágenes densas”– que le permitieran reavivar sus registros.
Ahora recordaba mejor: era la época
del Sapiens, del hombre que se había
llamado a sí mismo “el que sabe”. Futuro sonrió: ¡qué gracioso! ¡Qué atrevido!
Afirmar no lo que es, sino la aspiración de lo que aún no es. Claro, Sapiens
siempre quiso "conocer", incluso si al comienzo perdía a menudo su
Propósito y se confundía una y otra vez “creyendo saber”. Pero en realidad no
era tan sorprendente que aspirase al Conocimiento ya que él había nacido de una
experiencia, la del “re-conocimiento” del fuego. Y además, desde su origen fue “equipado”
con todo lo necesario para alcanzar ese Conocimiento al que aspiraba. Sí, tenía
todo, incluso la Dirección. Sólo debía aprender cómo utilizar todo su potencial
y, obviamente, ese aprendizaje tenía altibajos.
Sí, Sapiens siempre supo, en el fondo
de sí mismo, que el motor que lo había “puesto” en la Historia era la rebelión
contra la muerte, la “finitud”, y que su misión consistía en transcenderla para
acceder al Buen Conocimiento y al Sentido. E hizo unos hermosos avances en ese
camino, especialmente cuando logró producir el fuego; un momento inolvidable y determinante
para su evolución posterior. De hecho, es a partir de ese momento que comenzó a
lanzarse de manera intencional en la búsqueda de la Trascendencia, la intuición
sugiriéndole que había una relación entre ese fuego externo que se había vuelto
“inmortal” y esa “presencia”, ese otro “fuego”, que sentía a veces en su
interior.
Futuro examinó más de cerca las
primeras huellas materiales dejadas por Sapiens, sobretodo los primeros
testimonios artísticos de sus intentos de trascendencia biológica, social y
espiritual; y le pareció que eran admirables para tratarse del inicio. Sí, ese
joven Sapiens le había dado a su crisis existencial una respuesta espiritual,
transformando su lucha por sobrevivir en búsqueda de trascendencia y su empeño
le prodigó la Inspiración de lo Profundo. Y tradujo esa experiencia con mucho
talento y lucidez creando mitos “plásticos”, mitos que generaron una
espiritualidad. Y esa espiritualidad dio origen a una cultura (que algunos
ignorantes del siglo XX llamaron “paleolítica”); y esa cultura, a su vez, dio
identidad, unidad y continuidad a una vasta región (llamada “Europa” a partir
del siglo XVI). Sin ninguna duda, los hombres de esa época y de esa región habían
hecho su parte.
Después, Sapiens había continuado
produciendo otros momentos “luminosos” aunque separados por largos períodos más
o menos oscuros, ya que sus avances se producían cuando él entraba en crisis
mientras cada vez que las cosas se acomodaban un poco, él volvía a distraerse. Entonces
la sombra de la muerte volvía a invadir su corazón y la ilusión de los límites
espacio-temporales aprisionaban una vez más su conciencia. Su Propósito ya no
estaba ubicado en el centro y el vacío dejaba de ser un espacio de inspiración
para convertirse en un espacio de sin-sentido.
En el siglo XX, un erudito50 ilustró muy bien esta situación a
través de un mito: Se trata de la leyenda de Parseval y el Rey Pescador.
Recordemos que una misteriosa enfermedad paralizaba al viejo Rey, quien poseía
el secreto del Grial. Pero no sólo el Rey sufría, todo alrededor de él se derrumbaba,
se deshacía; el palacio, las murallas, los jardines; los animales no se
reproducían más, los árboles no daban más frutos, los ríos se secaban.
Numerosos médicos habían intentado curar al Rey Pescador sin obtener ningún
resultado. Día y noche llegaban caballeros y todos se interesaban primeramente
por la salud del Rey. Sólo un caballero –pobre, desconocido, incluso ridículo–
se permitió ignorar el ceremonial de cortesía. Se trataba de Parseval que sin
tener en cuenta los modales corteses avanzó hasta donde se encontraba el Rey y,
sin ningún preámbulo, le preguntó: “¿Dónde está el Grial?”. En ese preciso
instante todo se transformó: el Rey se levantó de su lecho de sufrimiento, los
ríos y las
fuentes comenzaron a fluir, la vegetación renació y el castillo se restauró de
manera milagrosa. Unas pocas palabras de Parseval habían bastado para regenerar
toda la Naturaleza. Pero esas pocas palabras constituían la pregunta central,
el único problema que podía importar, no solamente al Rey Pescador, sino al
Cosmos entero: ¿dónde se encontraba lo real
por excelencia, lo sagrado, el Centro de la vida y la fuente de la inmortalidad?
¿Dónde estaba el Santo Grial? Nadie, antes de Parseval, había pensado en hacer
esta pregunta central y el mundo perecía a causa de esta indiferencia
metafísica y religiosa, a causa de esta falta de imaginación y la ausencia de
deseo por lo real…
Este
fragmento mítico parece mostrar que a menudo la muerte es el resultado de
nuestra indiferencia frente a la inmortalidad.51
Por suerte, en los momentos
verdaderamente críticos, siempre han existido seres un poco especiales que
portaron el clamor de la especie hasta los espacios profundos, para volver de
allí con los poderosos soplos de la Bondad y de la Sabiduría, vaciando así el
centro de las nubes de ilusión, reavivando la llama del Propósito.
A mediados del siglo XX, ese siglo de
“conciencia desdichada”, surgió un "Mensajero de lo Profundo" para
recordar las preguntas centrales: ¿Quién soy? y ¿Hacia dónde voy?52 e indicar el Camino que conducía a
las respuestas. Con su mirada trascendente, este Mensajero le recordó al hombre
que aún era joven, que su desarrollo no había terminado y que disponía de todo
lo necesario para acceder a una forma de conciencia superior y al espíritu
inmortal, dependiendo de la vida que llevara. De este modo él albergó su
enseñanza en la conciencia de algunos precursores, asegurándose que la
experiencia seguiría viva e irradiaría a través de ellos. Su misión consistió
en crear las condiciones para un nuevo salto de la especie, pues a pesar de
muchos progresos internos y externos innegables, la estructura psicofísica del
ser humano no había cambiado desde su aparición. Sapiens mantenía la misma
forma mental y seguía sin poder resolver su sufrimiento de fondo, ya que la
inmortalidad no había sido aún adquirida e incorporada como experiencia del
mismo modo que lo fue, en su momento, la experiencia del fuego. Claro que desde
el comienzo hubo individuos y grupos humanos que incursionaron en lo Profundo y
tradujeron las “señales” de manera inspirada, con las formas culturales de sus
épocas respectivas, pero nunca toda la especie había hecho la experiencia de
modo concomitante. Sin embargo en un planeta ya mundializado, esa sintonía de
conjunto, indispensable para el gran salto, podía finalmente producirse y, por
consiguiente, podía producirse también la mutación tan esperada.
Y cuando el Mensajero constató además
que los descubrimientos científicos comenzaban a demostrar todo lo que él había
previsto en esos últimos 40 años –incluso la cuestión de la inmortalidad
biológica, con la creación de la “vida sintética”53–, concluyó que había suficientes indicadores
para afirmar que un nuevo “horizonte espiritual” estaba emergiendo y que, por
consiguiente, el nacimiento espiritual no iba a tardar. Entonces, hizo un brindis
y abandonó este espacio-tiempo dirigiéndose hacia lo Profundo donde lo
esperaban nuevas misiones.
Luego Futuro iluminó con su mirada
los últimos instantes de ese primer gran ciclo del proceso humano. En efecto,
todo, absolutamente todo había cambiado cuando la inmortalidad dejó de ser una
especulación, una esperanza, una sospecha, una creencia convirtiéndose en una
certeza proveniente de la Experiencia. El ser humano pudo entonces, por fin, acometer
una nueva etapa en la espiral de su evolución. Habiendo resuelto el miedo a la
muerte y el sin-sentido, su energía dejó de ser rehén del dolor y del
sufrimiento, su fuerza dejó de desperdiciarse en fugas y compensaciones, su
vida dejó de estar desestructurada por las contradicciones y su mente dejó de
estar cubierta por ilusiones. Así pudo, por fin, contar con suficiente energía
para dedicarse a una “vida poética” y edificar una cultura basada en el Buen
Conocimiento, el Sentido y la Coherencia. De ese modo, luego de haber producido
el “fuego de la conciencia”, Sapiens logró finalmente producir el “fuego del
espíritu inmortal” capaz de evolucionar sin límites más allá del cuerpo y del
alma.
Pero,
¿cómo podría lo mortal generar algo inmortal? Tal vez deberíamos preguntarnos
sobre cómo es posible que lo inmortal genere la ilusión de la mortalidad! 54
Futuro también recordó que habían
llamado el inicio del nuevo ciclo “la era de la Bondad, de la Inspiración y de
lo Imprevisible”. En cuanto a Sapiens, aunque él comenzaba a merecer un poco
más su nombre, dejó de llamarse así. De hecho, dejó simplemente de nombrarse
puesto que ya no era el de antes, y su nuevo "sí mismo" era
innombrable.
Notas:
50 Mircea ELIADE (1907-1986), historiador de
las religiones, mitólogo y novelista.
51 Mircea ÉLIADE, Images et Symboles, pág. 70-72
52 SILO, El Mensaje de Silo, pág. 146.
53 En mayo 2010, Craig Venter (biólogo
americano) y su equipo anuncian la creación de la “vida artificial”, la primera célula sintética
(derivada enteramente de un cromosoma sintético).
http://darwinius.blogspot.com/2010/05/conferencia-de-prensa-craig-venter.html
Entrevista (en francés) sobre la vida
artificial con Joël de Rosnay, el autor de Et L’Homme créa la vie, Éditions Les liens qui libèrent,
Paris, 2010.
54 Extraído de una charla de Silo en el
Parque de Estudio y Reflexión de Punta de Vacas, en 2004. www.silo.net (apartado “Hitos”)
Ariane
Weinberger
arianeweinberger@gmail.com
Septiembre 2011
Parques de
Estudio y Reflexión
La Belle Idée
Traducción del
francés por
José Salcedo y
Alicia Blanco
Enero 2012
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