Cómo explicar a esos medios de comunicación que hablan con distancia, cuando no con desprecio, de "estos jóvenes" (estos jóvenes tan ajenos e incomprensibles, tan ignorantes, estos jóvenes que tan poco tienen que ver con nuestra rutina, con nuestro aburrimiento, con nuestro desasosiego, con nuestros pequeños mezquinos desvelos), cómo explicarles que no somos "el otro". Que muchos, la mayoría, ni siquiera somos jóvenes. Que algunos tenemos trabajo, contrato indefinido incluso, llegamos a fin de mes, no nos ahoga la hipoteca y también estamos acampados. También estamos hartos. Que estamos todos juntos: parados, precarios, despedidos, hipotecados y los que no lo somos. Cómo explicar a los medios, a los políticos, a los tertulianos, a todos quienes hablan, o recitan, o se lanzan a soliloquios sin pararse a escuchar, que también estamos en las plazas públicas por razones que no tienen que ver con lo estrictamente económico o lo estrictamente material. Cómo explicarles que también estamos quienes sabemos que tener la vida en precario no significa únicamente no tener trabajo, sino ser diariamente esclavizados por él, estafados por la dinámica alienante y adoctrinarte del mercado, despojados de lo que nos hace humanos para quedar convertidos en mercancías endebles, consumidores y objetos de consumo. Despojados de los que nos conecta al resto de los humanos, la alegría en común, la empatía, la capacidad de escuchar, de comunicarnos, de potenciarnos, de amarnos, para dejarnos envasados herméticamente en paquetes individuales y almacenados de por vida. Aislados.
Cómo explicarles que hemos venido a combatir esa dinámica alienante poniendo lo mejor de nosotros. Que sabemos que los creadores de esa dinámica tienen caras y ojos, nombres y apellidos. Que sabemos que quienes la perpetuamos y alimentamos somos nosotros mismos y que hemos venido a acabar con ello. A cortocircuitar ese sistema que hemos estado reforzando y que nos come la propia vida. Cómo explicárselo a quienes no creen que esto sea posible.
Cómo explicarles que también hemos salido a encontrarnos unos con otros. Hartos de estar encerrados en casa, envasados al vacío frente a la tele, hartos de rozarnos apenas en los bares, en el fútbol, hartos de no llegar a conocernos nunca. Hemos salido también a habitar por fin un espacio común. A crear con nuestra presencia un espacio nuevo en el que hablar, contarnos quiénes somos, qué necesitamos, qué hemos aprendido hasta ahora.
Pero ¿esos jóvenes qué proponen? Se exclama desde las tribunas del "como dios manda" entre el estupor, el desprecio y la mala conciencia. Estos jóvenes de 17, 25, 36, 43 y 60 años nos hemos juntado en las plazas precisamente a hablar para decidir juntos lo que queremos, para que nadie decida más por nosotros lo que no queremos. Hemos salido a intercambiar las herramientas que nos han servido hasta ahora, a compartir nuestros saberes. Hemos salido, también, a generar alegría, potencia y vida. A alterar con este gesto lo privado y lo público. A cambiar lo que hay de gris en nuestra vida de trabajo, fútbol y bares. Y con ello a cambiar el mundo, porque lo personal sigue siendo incuestionablemente político y lo político empieza por lo personal.
Hemos salido a indagar con quién vivimos y nos hemos dado cuenta de que no es verdad lo que nos han contado. No somos distintos, no estamos lejos, no somos adversarios, no queremos robarnos unos a otros lo poco que tenemos. Nos hemos dado cuenta de que somos uno mismo, incluso si no compartimos la lengua ni el equipo de fútbol. Nos hemos dado cuenta de que nos caemos bien y de que estamos a favor unos de otros. Hemos descubierto que somos más generosos de lo que creíamos. Nos interesa lo que nos estamos contando y queremos seguir hablando. No queremos volver a nuestra casa, nuestra tele y nuestro envase al vacío. No queremos dejar que de nuevo nos normativicen, nos impidan sentarnos en las plazas y nos cierren las ciudades y los continentes. Ahora queremos saber qué cuentan en las plazas de otros países, incluso más allá de los muros de Schengen.
Hemos descubierto que albergar estas plazas es darles vida y que dar vida juntos a nuestras ciudades es darnos vida a nosotros mismos. hemos descubierto que todos juntos lo hacemos mejor que ellos. Que juntos estamos mejor que solos.
Hemos descubierto que la política era precisamente esto. Y estamos pletóricos.
Cómo explicárselo a ellos, que no sienten este gozo.
Desde Plaça de Catalunya, Barcelona
18-05-2011
HCómo explicarles que hemos venido a combatir esa dinámica alienante poniendo lo mejor de nosotros. Que sabemos que los creadores de esa dinámica tienen caras y ojos, nombres y apellidos. Que sabemos que quienes la perpetuamos y alimentamos somos nosotros mismos y que hemos venido a acabar con ello. A cortocircuitar ese sistema que hemos estado reforzando y que nos come la propia vida. Cómo explicárselo a quienes no creen que esto sea posible.
Cómo explicarles que también hemos salido a encontrarnos unos con otros. Hartos de estar encerrados en casa, envasados al vacío frente a la tele, hartos de rozarnos apenas en los bares, en el fútbol, hartos de no llegar a conocernos nunca. Hemos salido también a habitar por fin un espacio común. A crear con nuestra presencia un espacio nuevo en el que hablar, contarnos quiénes somos, qué necesitamos, qué hemos aprendido hasta ahora.
Pero ¿esos jóvenes qué proponen? Se exclama desde las tribunas del "como dios manda" entre el estupor, el desprecio y la mala conciencia. Estos jóvenes de 17, 25, 36, 43 y 60 años nos hemos juntado en las plazas precisamente a hablar para decidir juntos lo que queremos, para que nadie decida más por nosotros lo que no queremos. Hemos salido a intercambiar las herramientas que nos han servido hasta ahora, a compartir nuestros saberes. Hemos salido, también, a generar alegría, potencia y vida. A alterar con este gesto lo privado y lo público. A cambiar lo que hay de gris en nuestra vida de trabajo, fútbol y bares. Y con ello a cambiar el mundo, porque lo personal sigue siendo incuestionablemente político y lo político empieza por lo personal.
Hemos salido a indagar con quién vivimos y nos hemos dado cuenta de que no es verdad lo que nos han contado. No somos distintos, no estamos lejos, no somos adversarios, no queremos robarnos unos a otros lo poco que tenemos. Nos hemos dado cuenta de que somos uno mismo, incluso si no compartimos la lengua ni el equipo de fútbol. Nos hemos dado cuenta de que nos caemos bien y de que estamos a favor unos de otros. Hemos descubierto que somos más generosos de lo que creíamos. Nos interesa lo que nos estamos contando y queremos seguir hablando. No queremos volver a nuestra casa, nuestra tele y nuestro envase al vacío. No queremos dejar que de nuevo nos normativicen, nos impidan sentarnos en las plazas y nos cierren las ciudades y los continentes. Ahora queremos saber qué cuentan en las plazas de otros países, incluso más allá de los muros de Schengen.
Hemos descubierto que albergar estas plazas es darles vida y que dar vida juntos a nuestras ciudades es darnos vida a nosotros mismos. hemos descubierto que todos juntos lo hacemos mejor que ellos. Que juntos estamos mejor que solos.
Hemos descubierto que la política era precisamente esto. Y estamos pletóricos.
Cómo explicárselo a ellos, que no sienten este gozo.
Desde Plaça de Catalunya, Barcelona
18-05-2011
No hay comentarios:
Publicar un comentario