Será conveniente, para comenzar,
explicitar nuestros intereses respecto a estos temas ya que de no hacerlo
podría pensarse que estamos motivados simplemente por la novedad, la curiosidad histórica o
por cualquier tipo de trivialidad cultural.
El humanismo tiene para nosotros
el cautivante mérito de ser no sólo historia sino también proyecto de un mundo
futuro y herramienta de acción actual.
Nos interesa un humanismo que
contribuya al mejoramiento de la vida, que haga frente a la discriminación, al
fanatismo, a la explotación y a la violencia.
En un mundo que se globaliza
velozmente y que muestra los síntomas del choque entre culturas, etnias y
regiones, debe existir un humanismo universalista, plural y convergente.
En un mundo en el que se desestructuran
los países, las instituciones y las relaciones humanas, debe existir un
humanismo capaz de impulsar la recomposición de las fuerzas sociales.
En un mundo en el que se perdió
el sentido y la dirección en la vida, debe existir un humanismo apto para crear una
nueva atmósfera de reflexión en la que no se opongan ya de modo irreductible lo personal a
lo social ni lo social a lo personal.
Nos interesa un humanismo
creativo, no un humanismo repetitivo; un nuevo humanismo que teniendo en cuenta las paradojas de la época aspire a
resolverlas. (Silo, 1996:
243-244)
Es conveniente advertir que el humanismo no se comprende
como propio de una cultura o de un pueblo, ni tampoco como particular de un
momento histórico. Este marco permite entonces el reconocimiento de diferentes
momentos históricos en los que se expresa la actitud humanista “en regiones muy separadas (…), y
en períodos muy precisos de diferentes culturas. Y digo “en períodos precisos”
porque tal actitud parece retroceder y avanzar de un modo pulsante a lo largo
de la historia hasta que muchas veces desaparece definitivamente en los tiempos
sin retorno que preceden al colapso de una civilización” (Silo, 1996: 256).
Si quisiéramos describir los elementos que constituyen y
dimensionan la dirección humanista,
destacaríamos las siguientes características:
1. La ubicación del ser humano como valor y preocupación
central,
2. La afirmación de la igualdad de todos los seres
humanos,
3. El reconocimiento de la diversidad personal y
cultural,
4. La tendencia al desarrollo del conocimiento por encima
de lo aceptado como verdad
absoluta,
5. La afirmación de la libertad de ideas y creencias, y
6. El repudio de la violencia.
Tomado de: La Construcción Social. Humanismo y Antihumanismo – 27 de Agosto de 2011
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