Gabriel
Vergara Lara
mayo
de 1991. Revisado en diciembre 12 de 1993
“la
vida física no es en sí totalmente satisfactoria y significativa
hasta que uno
mismo no pueda elegir conscientemente
otro valor al cual consideran más caro
que la vida misma”
Rollo
May.
De las vivencias
humanas pocas tan cotidianas e incomprendidas como la vivencia de la muerte. La
muerte es el paso final de un proceso biológico que inicia con la concepción de
tal manera que como reza la sabiduría popular lo más seguro que tenemos en esta
vida es la muerte.
No obstante, a
lo largo de diferentes épocas y en diferentes culturas, la actitud del ser
humano hacia la muerte ha variado enormemente. Desde la muerte como
emancipación de las limitaciones materiales hasta la muerte como máxima
desgracia que pueda acaecer, pasando por las diversas creencias, amenazas de
ultratumba y medidas para asegurarse un indoloro deceso.
Al momento
actual y en nuestra cultura, la muerte es algo muy indeseable para los nuestros
algo frecuentemente deseable para los enemigos y algo que frecuentemente nos
deja indiferentes cuando se trata de un desconocido.
La cultura
occidental se caracteriza por una actitud desequilibrada respecto al fenómeno
de la muerte física: a la vez que muchos hacen hasta lo imposible buscando
evitarla (incluso traicionar sus ideales y amigos, y traicionarse a sí mismo, o
pagar grandes sumas de dinero pretendiendo postergarla o evitarla, etc.), cada
vez más personas en situación de vulnerabilidad o de sufrimiento, la busca
activamente para sí mismo (por vía rápida del suicidio o por vía lenta de la
toxicomanía)
¿Qué hay detrás
del temor a la muerte?
El temor a la
muerte es inversamente proporcional al grado de satisfacción personal
experimentado en la vida. O sea, a más plena y coherentemente viva su vida una
persona, menos le atormentará la idea o la posibilidad de morir. De otro lado,
a más proyectos personales haya dejado de realizar, mientras más cosas sienta
que le falta por hacer, menos le agradará la idea de la propia muerte.
Entonces, el
temor a la muerte para muchas personas es el temor de no alcanzar a experimentar
sentimientos anhelados, estados o situaciones que aun no se han realizado o que
se desean vivir aún por más tiempo. Como ejemplo de ello sirve aquella expresión
catárticamente reveladora del o de la joven luego de iniciarse en las
relaciones sexuales íntimas: “ahora si puedo morirme tranquila/o”.
El temor a la muerte
es el temor de no tener la posibilidad de enmendar comportamientos o de introducir
correctivos en la relación con otras personas. De tal manera que, cuando una
persona cercana fallece, un familiar o un ser querido, por ejemplo, el doliente
sufre y o llora no solo y no tanto por el muerto, sino que llora por su
imposibilidad objetiva de decirle en vida todo lo que hubiera querido decirle,
todo lo que dejó de decirle.
En otros casos,
el temor a la muerte del ser querido es una inconsciente expresión del enojo o
resentimiento hacia dicha persona: después de rozar internamente el deseo de
que “ojalá se muera”, me asusta la idea, me autocensuro por atreverme a
pensarlo, y dicho resentimiento o enojo no explicitado se expresa internamente
como temor a la muerte del otro. Así que el temor a la muerte del otro puede
ser también una formación reactiva producto del resentimiento no expresado.
Existe también
el temor egocéntrico a la muerte del otro cercano. La posición existencial en
este caso es “lloro por lo que pierdo o perdí”. En dicho caso, el doliente
siente pena por sí mismo al saber o creer que se verá comprometida la
satisfacción de sus propias necesidades o placeres, cuya satisfacción estaba
ligada a la compañía del otro.
Consideremos
también la contrapartida de la situación anterior: el temor abnegado a morir.
En este caso la posición existencial sería: “No puedo morir todavía porque los
míos me necesitan”, dicha persona se sabe o se considera necesaria para la
satisfacción de las necesidades materiales o afectivas de sus hijos o familiares.
De esto se desprende un corolario político: si la sociedad en su conjunto se
organiza de manera que los ciudadanos gocen de un buen sistema de seguridad
social frente a las vicisitudes y accidentes, las personas podrían morir más
tranquilamente.
El temor a la
muerte es también el temor a “dejar de ser YO” y ese temor es producto del tipo
de crianza y educación promovido por el sistema de valores hoy imperantes en
nuestro contexto sociocultural: un sistema que hipertrofia la importancia del EGO.
Al remarcarse en nuestra formación el consumismo, el sensualismo y el
individualismo, la persona siente como suyo no solamente su cuerpo y su mente
sino también a sus bienes y pertenencias materiales, identificándose con etas y
sufriendo por el destino de estas. Vivimos en una sociedad en la cual se valora
al ser humano según su capacidad de consumo, de comprar cosas. Ejemplo de ello
es el mensaje recurrente en la publicidad que invita al goce y al placer. De
tal manera que. no usar, no poseer o no consumir nos parece una de las
experiencias más indeseables. Y, ¿qué puede ser más parecido a dejar de
consumir y dejar de gozar que el hecho de morirse?
Temor a la
muerte e ideología.
En la
actualidad, tras el temor a morir se esconde una peligrosa ideología: aquella
ideología tacita e inconsciente y, en la gran mayoría de casos, parte de ese
currículo oculto que los agentes educativos transmiten a las nuevas
generaciones según la cual el ser humano es un ser “natural” que, como todo lo
natural nace, crece, se alimenta se reproduce y muere. O aplicado al contexto
del humano naturalizado: nace, crece, si puede va a la escuela, se empareja, trabaja
que trabaja por la subsistencia propia y la de su prole, envejece y muere...
Alguna diferencia esencial con la vida de un animal?
Las
consecuencias de una visión naturalista del ser humano son desastrosas. Desarrollando
dicha visión resulta que “cualquier cosa es mejor que morirse”. A partir de
dicha visión, los seres humanos llegamos a traicionarnos a nosotros mismos y a los
demás, renunciamos a nuestros ideales por ser poco útiles a la subsistencia, avasallamos
amistades y pueblos enteros porque “es necesario y vital para nuestra
subsistencia”. Todo ello con tal de mantenernos vivos, con tal de no morir, con
tal de subsistir, así sea en la más cosificante invalidez afectiva o en el más
aberrante sometimiento de la propia voluntad a otros. Los poderosos y los violentos
aprovechan y alimentan el miedo a morir de las personas para chantajearles,
para someterles y explotarles, porque… “Todo lo aguanta con tal de no morir “.
Quien niega la
realidad se somete a sufrir los embates de ella, quien niega a la muerte como parte
de la vida, se condena a ser esclavo del temor a morir.
Este estado de
cosas adquiere magnitud de tragedia psicosocial cuando la ideología del “cualquier
cosa con tal de mantener a mi cuerpo vivo“ es esgrimida como argumento
pretendidamente científico según el cual el así llamado instinto de
conservación es el más fuerte que existe en el ser humano, y no hay fuerza
psicológica que pueda oponérsele (a usted escuchado a otros decir: “guerras
siempre habrá”.?
Como respuesta a
este estado de cosas, consideremos la siguiente frase del psicólogo humanista May
Rollo: “la vida adquiere su pleno sentido solo cuando se abraza una causa
por la cual se esté dispuesto a dar la vida misma”. Hemos de estar alertas
a detectar y denunciar aquellos intentos de naturalizar al ser humano, de
pretender que se porte como un animal, negándole su capacidad estrictamente
humana, esencialmente humana, de trascender sus determinismos instintivos de
individuo biológico. El ser humano es mucho más que un animal racional: El ser
humano es conciencia, es “el ser histórico, cuyo modo de acción social
transforma a su propia naturaleza", es un hacedor de Sentido, un
constructor de realidades objetivas y subjetivas. Incluso su cuerpo físico hace
parte de eso externo a él y también es susceptible de transformación.[1]
Sobrevalorando
lo biológico del ser humano, reduciéndolo a un ser natural, estaremos a un paso
de aceptar la hegemonía de “razas superiores” sobre otras supuestamente
inferiores, la inevitabilidad de la guerra y la violencia del hombre para con
el hombre; atribuyendo dichas conductas a invencibles impulsos naturales. Suficiente
daño ha hecho ya al desarrollo del ser humano tales posturas naturalistas.
Qué papel ha
jugado la ciencia y la academia oficiales.
Cuál ha sido la
postura del mundo científico y académico respecto de la muerte? A partir del
siglo XVIII con el auge del racionalismo y posteriormente del pragmatismo, el
mundo científico trataba en forma simplista y prejuiciosa el tema de la muerte:
desde la escuela hemos aceptado el silogismo según el cual
-
La mente, y, por
tanto, la experiencia subjetiva, son producto de la actividad del cerebro.
-
El cerebro muere
con la muerte del cuerpo,
-
Luego entonces, la
experiencia subjetiva termina con la muerte del cuerpo.
Y punto. Y no se
hable más del tema. Y todo aquel que sostuviera algo diferente era condenado al
ostracismo y al repudio por parte de los prestigiosos del mundo académico y
científico.
Pero para el
ciudadano común no es suficiente ese frío silogismo. Eso no le liberaba de sus
temores al sino trágico de la existencia humana; con esa explicación no quedaba
tranquilo, con ello no resolvía sus inquietudes y dudas respecto a la
posibilidad de trascendencia y el cómo obrar para procurársela. Sus intuiciones
sobre el sentido de la vida quedaban latentes fue así como ante la ausencia de
respuestas desde el campo científico, surgieron muchas propuestas, oficios,
pasatiempos y prósperos negocios en torno al tema de la muerte y de las
posibilidades y condiciones de trascendencia.
Es así como tenemos
ahora al ser humano contemporáneo debatiéndose incongruentemente ante
cosmovisiones antagónicas: mientras que por un lado se declara racionalista,
por el otro lado, teme a amenazas de ultratumba, y termina armándose una
tremenda confusión interna; termina sintiéndose jalonado en diversas
direcciones y experimentando conflictos serios en el momento de tomar
decisiones importantes en el campo interpersonal y social. El ser humano actual
se siente -cuando es que se siente- desgarrado y confuso. Para huir de dicho
dolor (pues también somos una cultura agliofobica) los formadores de opinión
generan mecanismos de hipnosis que crean en el individuo insensibilidad y acriticidad
ante sus propios registros internos, ante sus propias vivencias internas. Nos
dicen qué, cuando cómo, dónde y por qué hemos de alegrarnos y de entristecernos.
Los científicos
y académicos comienzan a abrir sus puertas y sus mentes a temas otrora vedados.
Antiguos-nuevos problemas comienzan a ser dignos de interés científico: las
vivencias subjetivas del moribundo, los estados alterados de conciencia, las
experiencias en estado de deprivación sensorial, el efecto subjetivo de los
alucinógenos sobre la conciencia, las vivencias de quienes han estado ad-portas
de la muerte. Cada vez más académicos comprenden que las vivencias y relatos
acerca de la muerte individual al ser realidades subjetivas en las cuales se
notan ciertas constantes son dignos de ser estudiados sin prejuicios.
Ante un mundo en
crisis que se enfrenta a la pérdida de referencias externas, al agotamiento de
ideologías otrora cohesoras del todo social, es urgente la validación de
referencias internas. Es por ello que la comprensión de temas tales como la
vivencia de la muerte y otras vivencias psíquicas fuera de lo normal no es hoy
solamente una cuestión de curiosidad, de actitud evasiva o de ingenuidad: es
cuestión de vital importancia ante el resquebrajamiento del modelo de ser
humano que se tenía hasta ahora y que ya no lo explica ni lo abarca. El ser
humano es un ser en constante redefinición y construcción.
El miedo a la
muerte propio de nuestra cultura refleja la confusión acerca de cómo vivir la vida
misma.
Aprender a morir
es parte esencial del aprender a vivir.
“Ahora
cuando el estado de transición de la gran realidad brilla sobre mí, abandonando
todo temor, miedo y terror, que puede reconocer cualquier cosa que aparezca,
mis propias producciones, y pueda conocerlas como apariciones en el estado de
transición.
Ahora
cuando he llegado a este punto crucial, que no tema de las energías específicas
y coléricas, mis propias proyecciones”
del
Bardo Todol (libro tibetano de los muertos)
[1] Ver: Internacional humanista. Florencia,
1989 https://www.internationalhumanistparty.org/es/doc/tesis
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